Cristo Rey, Fiesta Pascual – A / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Mateo 25,31-46

Lecturas:  Ezequiel 34, 11ss – Corintios 15, 20- 28  – Mateo 25, 1-46

Esta fiesta concluye nuestras celebraciones dominicales del año litúrgico: domingo a domingo, los cristianos hemos venido reuniéndonos en grandes asambleas, en pequeños grupos, clandestinamente en lugares donde la Iglesia es perseguida, en la mesa eucarística para recordar y celebrar el misterio de Cristo, que es el misterio del hombre. El camino litúrgico ha sido como una catequesis continuada, gustada.

Domingo a domingo nos hemos ido gestando como hombres nuevos, para hacer el Reino de Dios (ni Dios sin Reino, ni Reino sin Dios); la fiesta de Cristo Rey es la última mirada a Jesucristo, al final del año litúrgico: una mirada de afirmación, una profesión de fe:

  • es un día para mirar personalmente a Jesús y decirnos que sin él permaneceríamos aún  en las tinieblas, con el futuro cerrado;
  • es un día para afirmar que queremos seguir su camino, el del amor total, el del perdón y del servicio, el de la ofrenda de la propia vida;
  • es un día para agradecer todo lo que Él ha significado y significa para nosotros.

La imagen de Cristo Rey que nos ha quedado a los cristianos (o que debemos recuperar) es el crucifijo: aquel a quien los hombres crucificaron, Dios lo resucitó. Es una fiesta para mirarle e ir recordando su vida y sus palabras que le llevaron a la muerte y a la resurrección. 

– Él se nos presentó como el camino, la verdad y la vida; Él nos descubrió la verdad del hombre, su valor, y nos enseño el camino de la vida, camino que hay que andar en el amor y que Él recorrió primero. Y esto tiene contenido y repercusiones prácticas: perdonar, devolver bien por mal, compartir, luchar por la justicia. 

– El cartel de Rey se lo puso Pilato al crucificarlo, y el “ecce homo” en el balcón del pretorio, cuando lo presentó al pueblo desecho y torturado. Ese es Hombre de verdad. 

– No es legítimo hablar de Cristo Rey, ni de un hombre de verdad, si no es de aquel que da la vida por sus hermanos. Esa es la sabiduría del evangelio, que nos juzga qué clase de hombres somos y qué clase de cristianos. 

En esta fiesta de Cristo Rey, que como un resumen concluye las celebraciones del año litúrgico, vuelve la pregunta que provoca nuestra fe: “¿Quién dice la gente que soy yo?” 

  • Para unos ya no eres nadie, no eres nada: los arquitectos de la modernidad lo han rechazado como valor para construir la nueva cultura; no son pocos los cristianos que te dan la espalda y se alejan, no es moderno creer. 
  • Para otros el centro, el sentido, la aspiración más alta de su vida. Su Dios.
  • Y vosotros, ¿quién decís qué soy yo? 

Hoy, fiesta de Cristo Rey, es un día para mirarle de frente con nuestra vida y nuestro mundo a cuestas y decirle con claridad “te creo o no te creo”; “cuenta conmigo o no cuentes conmigo”. Para afirmarnos en nuestra fe y amor a Él o en nuestro ateísmo o en nuestra indiferencia práctica. 

Los cristianos  necesitamos reafirmar nuestro seguimiento ante el “Ecce Homo”, el Crucificado: Tú eres mi Rey, Tú eres mi Señor, Tú eres mi Dios. y desde esta fe hacernos con la petición del Padre nuestro: venga a nosotros tu reino.

Esta petición es la oración surgida del hombre y del mundo rotos, que grita desde su dolor y esperanza. Confiamos con total entrega a trabajar su reino. No es decente rezar el Padre nuestro, suplicar que venga su reino, si no nos comprometemos en trabajarlo.

Puede ser un buena oración que nos acompañe en la fiesta de hoy repetir esta súplica: “venga a nosotros tu Reino” sobre nuestro mundo, sobre nuestro pueblo, sobre la Iglesia, sobre las familias, sobre los niños… 

Identificamos al verdadero Mesías cuando lo vemos crucificado por cargar con la cruz del hombre. Una corona de pedrería no es la corona del gusto del Mesías, que prefirió la corona de espinas y un barreño y una toalla para darnos ejemplo de la grandeza humana.

Publicado en Palabra de Dios.