Pentecostés – Palabras Amigas – Por el Camino del Evangelio (Jn 20, 19-23)

ESPIRITUALIDAD

  1. Cristianos con el “sello del Espíritu”

La espiritualidad cristiana se parece a la humedad y al agua que man-tiene empapada la hierba para que ésta esté siempre verde y en crecimiento. Es como la levadura, la sal, la luz; como las raíces del árbol que le permiten unas veces “dar mucho fruto”, “resistir los vendavales”, otras  “dar acogida y sombra a quien se acerca a él” y, en cualquier caso, “tener vida, crecer”, y “mantenerse de pie”.

  • Crea las motivaciones para vivir con esperanza, y sentirse realizado…
  • Una persona “espiritual” no es la que realiza muchos “actos religiosos” o la que vive como “fuera de la realidad”, sino la que vive el espíritu de Jesús y se expresa a su estilo: profundo, apasionado” (honradez con lo real). “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rm 8:14).
  • Seguir a Jesús implica: vivir las bienaventuranzas desde un “encuentro personal” con él, y dedicarse con él a la causa del Reino de Dios.
  • El cristianismo, el mundo…, sin mística no tienen mucho futuro. Estamos tocando fondo en el doble sentido de la palabra. 

2. El “místico” cristiano tiene y vive el sentido de la Alianza: 

  • Sentido del hombre a quien se le ofrece gratuitamente esta comunión de vida.
  • Sentido de Dios: del Padre que nos ama y toma la iniciativa; del Hijo, don del Padre; del Espíritu Santo, en él se realiza esta comunión.
  • Este sentimiento nos dirige a vivir en el nombre del Padre, recuerdos del Padre; espiritualidad filial… el Hijo, recuerdos históricos de Jesús de Nazaret, el Primogénito;  hoy sentado a la derecha del Padre; espiritualidad fraternal, del Espíritu: sus huellas en la historia, sus dones, sus frutos… Nos hace ver, sentir y gustar interiormente todo. Nos empuja hacia afuera, a la misión. Genera y alienta la fe, la esperanza y la caridad.

La experiencia esencial es que el espíritu del hombre es habitado por el Espíritu de Dios que lo renueva Ef 4,23, que “se une a él” Rom 8,16 para suscitar en él la oración y el grito filial Rom 8,26, para unirlo al Señor y no hacer con él sino un solo espíritu 1Cor 6,17.

3. El Espíritu clama dentro de nosotros “¡Padre!” Gal 4,6.

Así nos hace escuchar:

  • Que Dios es amor, que la vida está habitada por un misterio acogedor a quien Jesús llamó Padre, origen y sentido de todo cuanto existe. Contra toda apariencia, sigue balbuciendo dentro de nosotros que Dios es amor y es Padre. 1Jn 4,8; Rom 8,15; Gal 4,6)
  • Que soy amado por Dios antes y más allá de mis buenas o malas acciones, y 
  • Que ese amor es el que posibilita dentro de mí el amor, el gozo y la entrega;
  • Que, contra lo que parecen indicar los datos, puedo vivir el hoy sin angustiarme por el mañana, con la confianza puesta en Dios;
  • Que la última palabra no la tiene este mundo ni la muerte, sino Dios, y es de Vida.
  • El Espíritu es el que nos puede hacer comprender esto y transmitirlo.
  • El Espíritu despierta y mantiene viva la fe, la esperanza y la caridad.

CON O SIN EL ESPÍRITU SANTO

El 5 de agosto de 1968. Conferencia Ecuménica de Uppsala (Suecia).  Mons. Ignacio Hazim, metropolita ortodoxo de Lattaquié (Siria).

(Fragmentos)

  • Sin el Espíritu Santo Dios es infinita lejanía. Es el Absoluto, eterno e inaccesible, Creador y Señor que todo lo puede y que todo lo domina, que inspira respeto e incluso miedo, que sobrecoge y que estremece por su infinitud y que oprime y aplasta con su grandeza.
  • Con el Espíritu Santo y gracias a él, Dios es cercanía, infinita Ternura, Amor-Amistad, Presencia viva, Misericordia entrañable, Trinidad-Familia, misterioso Hogar, el gran Amigo del hombre.
  • Sin el Espíritu, Jesús es simplemente un personaje histórico, que vivió en el pasado -aun-que sea un pasado reciente- y que pertenece irremediablemente a ese pasado; que nos dejó un magnífico ejemplo de vida y un esplendoroso mensaje doctrinal; pero, nada más.
  • Sin el Espíritu Santo, el Evangelio es un libro y, en definitiva, letra muerta. 
  • Sin el Espíritu, la Iglesia no pasa de ser una simple organización, similar a otras muchas organizaciones e instituciones humanas existentes en el mundo de los hombres. Una institución con fines culturales, humanitarios y, sobre todo, religiosos. Pero, nada más. 
  • Con el Espíritu, la Iglesia es una Comunión de vida con Dios en Jesucristo, que se hace comunión de vida con los hombres.
  • Con el Espíritu Santo, la vida es de verdad cristiana y espiritual; Cristo y el Espíritu son los auténticos protagonistas de esta vida, y el hombre se deja guiar, ‘vivir’ y vivificar por Ellos, alcanzando, de este modo, la más alta cumbre de la humanización y de la divinización.
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