Domingo VI del Tiempo Ordinario– B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Marcos 1, 40-45

Lecturas: Levítico 13, 1-4. 44-46  – Corintios 10, 31 – 11.1 – Marcos 1,40-45

La lepra era una enfermedad tabú. Y los leprosos, marginados y segregados, eran excluidos de la comunidad para que no la contagiaran. El leproso perdía los derechos de ciudadanía y los derechos religiosos: apartados del templo y la sinagoga. Al leproso se le prohibía toda relación con los demás. La soledad y el rechazo, al ser marcado como amenaza para la vida del pueblo, aumentaba su sufrimiento. Una escena bíblica revivida y sufrida en esta pandemia que nos obliga a dictarnos normas de un cruel aislamiento.

  • Si vivir es convivir, para él no había vida. Debía ir gritando: «¡Impuro, impuro!», para que nadie se acercara a ellos. ¿No habrá una mano amiga? Los amigos le abandonan.

Jesús es profundamente libre y liberador

  • Ha aprendido muchas lecciones en la calle, donde se teoriza menos y se vive con más realismo, donde los hombres luchan, lloran, aman y pecan y dan la vida por sus hermanos y se desviven por sus hijos. 
  • Jesús llevaba la calle ante el Padre, a la oración, y devolvía Dios a la calle.  En la calle se aprenden cosas que no se aprenden en las sinagogas. En la calle se prueba la verdad de cada hombre y de cada mujer. Y también se prueba la religión. El hombre de la calle entiende más de hechos concretos que de sermones. > En la calle dio culto al Padre. Que el templo no nos distraiga de la calle; ni el Crucificado de los crucificados.
  • Jesús arriesga: se juega la vida en lo que dice y hace. Ante la petición de este hombre en soledad (“si quieres puedes curarme”) Jesús sintió lástima (en otras ocasiones siente ira), no repara en tocar lo intocable, violando innecesariamente las prescripciones rituales, y cura al leproso. Como las curaciones en sábado y otras, su acción es provocante. Jesús, antes de decirle “quiero” lleva otra palabra en su corazón al verlo: “te quiero”. Esta palabra sentida en el corazón es curativa.
  • Jesús le da dos prescripciones: que ofrezca el sacrificio que manda la ley, para que les conste a los sacerdotes, y que guarde secreto. Pero el leproso divulga el hecho. Consecuencia: Jesús se coloca entre los marginados. El evangelio no dice que Jesús no quisiera entrar en los poblados, sino que ya no podía entrar abiertamente en ningún poblado, porque el leproso difundió lo sucedido. Jesús tiene que quedarse fuera, en despoblado. Jesús ha quedado impuro legalmente, y no tiene intención de purificarse. Pero la gente ya ha descubierto dónde está la oferta de vida: fuera, y no dentro. La curación y la gracia se dan fuera del templo y por un laico. También esto tiene un carácter provocador para los representantes oficiales de la religión.

Las señales del reino hoy:

  • La curación de la lepra rompe la mayor de las marginaciones. Jesús se mancha las manos con el dolor de la gente que sufre, a pesar de las consecuencias socio-religiosas que eso le trae. Y cómo sólo, acercándose físicamente, le puede mostrar la cercanía de Dios y la invalidez de las leyes rituales, cuando entran en conflicto con el amor; así lo hace. Para él el amor está por encima de toda normativa religiosa, social o moral.  La indignación de Jesús en tantas ocasiones (sintió ira, hoy, sintió lástima) es por esas leyes que en nombre de Dios Padre marginan a los hombres entre sí y de su Dios, su Padre. 
  • Hay también hoy muchas lepras que hacen impuro y marginan a quienes las padecen: degeneraciones físicas, refugiados, inmigrantes, el color de la piel… pobreza, degeneraciones morales.
  • Aprender de Jesús. Jesús se compadece, hace suyos los sufrimientos de este hombre, no se aleja de él, porque lo ama. Se acerca y le toca con la mano, arriesga su propia salud y su futuro. Lo hace prójimo, se lo acerca. Esta escena de Jesús ha animado a muchos cristianos a ir a vivir y compartir su vida con los marginados.
  • Generalmente nosotros, como acercarse a otros puede tener sus riesgos, preferimos amar sin costos. Jesús ha violado la ley santa (1ª Lect.), y esto crea dificultades inmediatas a su misión. Su compasión le ha llevado más allá de los límites correctos; pero ya no hay vuelta atrás.

El sistema capitalista, las grandes urbes, los estilos de vida occidentales, generan una gran cantidad de marginación y de muerte.

¿Tocamos nosotros la lepra? ¿Transmitimos libertad y paz y amistad?

  • La voz del leproso “si quieres puedes curarme” hoy tiene acentos de inmigrante, voz de niños y madres del Tercer Mundo, familias sin ingresos; tiene el acento de la deuda externa, que estrangula como un dogal las economías de los países más pobres del planeta.

Si quieres, Occidente, puedes curarme.  Si quieres, puedes curar mi soledad.

Publicado en Palabra de Dios.