Domingo XII del Tiempo Ordinario– B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Marcos 4, 35-40


Nota: «Palabras Amigas, por el camino del Evangelio» dejará de publicarse durante un tiempo. Esperamos que haya sido un instrumento útil para el acercamiento a Jesús, Palabra del Padre. Son muchos los recursos que hay para acercarse a La Palabra de Dios: no dejes de leerla, meditarla, orarla y llevarla, con la fuerza del Espíritu, al día a día. Bendiciones.


Lecturas:  Job 38, 1.8-11  – 2ª Corintios 5, 14-17  – Marcos 4, 35-40

1. ¿Qué nos ha quedado?

Hemos contemplado los sucesos pascuales (sucesos=algo que ha sucedido digno de celebrarse). ¿Qué nos ha quedado para la vida de la contemplación, de la escucha de estas narraciones? 

  • Si no me ha quedado nada que mejore mi vida, quizás pueda pensar –quizás exagero- si digo que no hemos entrado en la corriente bautismal, o al menos en la corriente de una fe ilusionada, y de una esperanza y una caridad renovada. 
  • No cito a ningún teólogo, sencillamente miro a aquella comunidad de discípulos renacidos de la pascua. Pasaron de discípulos con una fe muy débil a discípulos que dan la vida con alegría por su fe. Confiesan que Jesús es el Señor, con las consecuencias que esta confesión conlleva.

2. Retomamos el Evangelio de Marcos

  • Acabadas las celebraciones pascuales, volvemos a tomar, a seguir leyendo en nuestras eucaristías el evangelio de Jesucristo según san Marcos.
  • Este evangelista nos hará de guía, presentándonos domingo a domingo a Jesús. Sería bueno que leyéramos algunos comentarios a la persona de san Marcos, y al objetivo que se propuso con su narración del evangelio. Estos comentarios los podréis encontrar en las introducciones a los evangelios y en las notas que suelen ofrecernos casi todas las biblias. Leemos el evangelio a la luz de la Pascua. La pascua ilumina toda nuestra vida; aclara su sentido. 

3. Es sueño de Dios

La narración de hoy se presta a mil títulos, p.ej.  “El sueño o la siesta de Dios”. O más incisivo y doloroso “El silencio de Dios”. Ante el amplio mapa de tantas desgracias que desgarran la vida de los hombres, la pregunta sobre el silencio de Dios fácilmente deriva hacia otra más radical: “pero, ¿existe Dios?”. La pregunta crucial de la vida.

  • Esta pregunta ha acompañado al hombre desde siempre. Salmos: ¿hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome?
  • El evangelio de hoy es mucho más que la narración de un fenómeno atmosférico extraordinario. Es una página existencial que afecta a las raíces del hombre creyente o no: (díganselo a un hombre que ha creído y ahora se le están hundiendo todos sus principios).
  • El miedo aparece cuando ya no dominamos una situación, la búsqueda desesperante de ayuda para sobrevivir (díganselo a un enfermo, a un anciano que hasta ahora se valía a sí mismo, y ahora depende totalmente de otro). 

Cada frase de esta narración está apuntando a situaciones vitales que al hombre, antes o después, nos hacen sufrir o nos tiran a la cuneta o, por el contrario felizmente, nos ayudan a creer, a encontrarnos con nuestra verdad de seres indigentes, a ser más compasivos, a echar una mano a quienes nos solicitan ayuda; y pedirla, cuando la necesito.

  • Empieza así: Jesús dice a sus discípulos: vamos a la otra orilla. (Jesús acompaña, aunque a veces no se sienta o de poco sirva su compañía). 
  • La otra orilla es territorio pagano, es la Decápolis: ya en la travesía hacen su aparición las fuerzas del mal.
  • “Vamos a la otra orilla”. Con un poco de atención podemos escuchar: Iglesia, pasa a la otra orilla, sal de tu tierra, de los tuyos, con quienes te encuentras a gusto, sal de tu ambiente y cruza a la otra orilla. Vete a buscar la oveja perdida, vete a los increyentes, rema mar adentro, vete a la otra orilla, a la de los ambientes paganos; hermano, pasa a la otra orilla, arriésgate a creer, atrévete a compartir tu pan, atrévete a rezar, atrévete a perdonar y a abrazarle al que te ha ofendido. Ya sé que el huracán de incredulidad teórica o práctica azota tu vida.
  • El huracán o los huracanes hoy soplan fuertes no sólo contra el creyente, sino contra todo aquel que quiera permanecer fiel a su condición de hombre, que quiera practicar la justicia, rechazar el soborno o el dinero fácil; los vientos adversos, antes o después, se harán sentir en forma de rechazo, de incomprensión, de calumnia. Es la fuerza del mal que parece desarbolar nuestra pequeña barca. 
  • Jesús también sufrió los golpes de estos vientos en repetidas ocasiones: recordaréis los dos momentos más fuertes: la hora del Huerto y la Cruz. Hasta gritar: “Padre, ¿por qué…?
  • Es la hora de suprema tentación, de la apostasía a la que alude el Padre nuestro, cuando Jesús nos invita a rezar, “no nos dejes caer en la tentación”. Es la hora del miedo o de la fidelidad. ¿Por qué sois tan cobardes? Iglesia, hermano… El cristiano confiesa: ¡Jesús es el Señor!
Publicado en Palabra de Dios.