Domingo XIV del T.O. – A / Palabras Amigas, por el Camino del Evangelio – Mateo 11, 25-30

Zacarías (9,9-10):

Así dice el Señor: «Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra».

Canta… ¿por qué? Viene (no dice vete a Él; la iniciativa es suya)

  • El erudito a veces se ríe o desprecia la piedad de los sencillos, de la abuelita que sabe perdonar y sonreír y decir: “Dios sabrá por qué”, nos da mil vueltas. 
  • Viene con poder, pero no el de la guerra. En un borriquillo. 
  • La mansedumbre vencerá a la violencia. Su forma de actuar: toma nuestra cruz.
  • Al rechazar todo uso de la fuerza, toda violencia, los cristianos estamos viendo a Cristo, el siervo. Y nos viene la oración a los labios, desde un mundo que sangra por mil heridas: 

Ven pronto, >pacifica nuestro mundo, >que no nos domine la tentación de imponer la justicia por la fuerza y la coacción, >que los hombres, tu Iglesia, siga soñando y trabajando para que desaparezcan del planeta todos los carros militares y los convirtamos en arados.

Llevaos un recuerdo del salmo responsorial:

El Señor es bueno con todos, 

es cariñoso con todas sus criaturas. 

El Señor sostiene a los que van a caer, 

endereza a los que ya se doblan. 

Qué importante es escuchar estas palabras de Dios. Eso ha de ser la Iglesia si quiere imitar a su Señor.

Evangelio: Mateo (11,25-30)

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

El evangelio de contrastes que nos afectan.

1º – Dios Padre aparece inclinado hacia los sencillos, en contraste con los sabios y entendidos. Sabios y entendidos son los maestros de la ley, los que juzgan a los demás y los califican y descalifican desde su saber (ellos son los que saben de Dios). 

  • No se trata de ver en este texto un planteamiento anti intelectual, como algunos perezosos quisieran, sino una llamada a ser sencillos y limpios de corazón.
  • Jesús ha llegado ya a la conclusión de que los expertos en religión, los intérpretes de la Ley corren el riesgo de estar cegados por sus propios dogmas para recibir el estilo nuevo del evangelio de la libertad y del amor: que la Ley es para que el hombre tenga vida; y no el hombre esclavo de la Ley.
  • La confrontación entre las dos maneras de entender la fe en Dios es clave en este capítulo de Mateo. 

2º – “Cargad con mi yugo y aprended de mí” 

  • Jesús se presenta como maestro de vida; apremia, no impone. 
  • El evangelio no es una ley, sino una llamada, una luz en el camino, una gracia. 
  • Ser cristiano no es una obligación, sino una opción libre. De ahí que el amor que se nos revela y propone sea la expresión de libertad para el creyente.
  • Jesús nos invita a una experiencia concreta: la mansedumbre, que es la virtud que hace evidente y palpable el amor en las cosas pequeñas de la vida. Se trata de expresar el amor en la palabra amable, en el talante afable, en el gesto acogedor, en el trato cordial, alegre. Se trata de evitar, sobre todo, la acritud, la amenaza, la violencia y el mal humor.
  • Cargad con el yugo de Jesús. Dejarse subyugar por Cristo y el evangelio, el yugo del amor; o mejor, no se trata de cargar con nada, sino de hacerse cargo del amor de Dios, para realizarlo en y con los hermanos, con los más pequeños.  Así, para el que ama, todas las leyes están de sobra. No hace falta que nadie diga qué debe hacer: se lo dicta el corazón.
  • El yugo del amor es lo que hace amable la vida. Hoy nuestro credo lo resumimos en dos frases: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él”.

Ser cristiano es creer en el amor de Dios, dejarse llenar de ese amor y rebosarlo en nuestras manos. Aquí se resumen la Ley y los profetas. La Iglesia de hoy hace suyas las palabras de Jesús: “Venid a mí los cansados, que yo os aliviaré”. Sólo en estas palabras se hará creíble…

Publicado en Palabra de Dios.