Domingo XXX del T.O. – A / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Mateo 22, 34-40

Lecturas: 

  • Éxodo 22, 20-26 
  • Tesalonicenses 1, 5-10 
  • Mateo 22, 34-40

No quiero complicar lo que es sencillo. En tiempos de cambio es interesante para no irse por las ramas hacerse preguntas fundamentales y detenerse en ellas. De esto va el evangelio de hoy.

  1. En medio de un tinglado de leyes (la Torah 365 prohibiciones y 248 preceptos positivos), de normas, de prohibiciones, con el riesgo y el hecho de confundir lo accesorio con lo esencial, o como decía el mismo Jesús “de colar mosquitos y tragarse camellos”, viene la pregunta para tantearle y la respuesta de Jesús: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo…”
  2. Jesús no hace sino recordar lo que tanto insistía la Biblia, pero que en su tiempo estaba regulado por tantas leyes y normas que, a la vez que ocultaban o distraían lo esencial, abrumaban a la gente y abrían resquicios para burlarlas. Lo que en un principio daba gloria al corazón y gozo a la convivencia, los hacía ahora infractores y pecadores.
  3. Esto fue en aquel tiempo, en tiempo de Jesús. Conviene recordar que a Jesús le hicieron un proceso judicial y, según las leyes, fue condenado. ¡Extraña ironía: quien ha amado como nadie a Dios y al prójimo, condenado por infringir las leyes religiosas que trataban de defender la gloria de Dios. Y hoy la comunidad cristiana vuelve a escucharlo, por si acaso: “amarás a Dios…” y así nos preguntamos cómo nos afecta. Decir sínodos, asambleas, planes de evangelización, proyectos parroquiales, reuniones, es con frecuencia sumar más normas. 
  4. No tengo nada en contra con tal de que todo sirva para recuperar la imagen del Padre del Hijo pródigo. Nuestro Derecho Canónico tiene 1752 cánones. Demasiadas leyes para poder hablar de amor. A Dios le basta el diálogo. Todo, absolutamente todo, debe ser revisado en la comunidad cristiana para cambiar lo que no manifieste que Dios es amor y, en consecuencia, que la Iglesia es amor.
  5. La respuesta de Jesús ha sido clara y yo me temo que mi explicación la oscurezca. No es infrecuente que la palabra de los predicadores oscurezca o complique lo que es claro y sencillo: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser… Este mandamiento es el principal y primero; y el segundo es semejante a él: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas.
  6. El orden es muy importante. Dios primero: que nadie tenga miedo de que por poner a Dios primero, vaya a perder nuestro amor al hombre; al revés, será fortalecido y purificado. Los hombres solemos amar con bastantes egoísmos. Nos cansamos.  
  7. ¿Cómo nos afecta? Vamos a la vida cotidiana, porque es la vida la que habla de nuestra verdad.. ¿Qué lugar ocupa Dios en mi pensamiento? ¿Lo contemplo como gracia o como amenaza? ¿Mi mente se vuelve a él para recordarlo como mi origen, para volverme a su providencia? – Salmo: “Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza”
  8. Amarle con todo el corazón: la pregunta sería si Dios despierta gozo, compromiso, si me sorprendo hablando con él (si cultivo la oración); si he aprendido a caminar en su presencia. Si Dios tiene peso en mi comportamiento, su palabra es decisiva a la hora de tomar decisiones.
  9. Si se quiere una prueba más exacta para librarnos de engaños, aquí viene el segundo mandamiento, o ese amor hecho historia cotidiana: el amor al prójimo. El amor al prójimo es el termómetro del amor a Dios… Y la señal de que uno no anda despistado en la lectura y práctica del evangelio, que no anda trampeando con la religión.
  10. Y como lo del amor puede entenderse de muchas maneras, cada uno encontrará la medida: no hagas al otro… Haz al otro… (1ª lectura).

Exactamente, la medida es: “Amaos como yo os he amado”, “desvivíos, perdonad 70 veces siete… Compartid vuestro pan… Abrid vuestra casa, acompañad al peregrino… (las bienaventuranzas). Es decir, la historia de cada día verifica nuestra verdad y nuestra mentira de hombres y, por supuesto, de cristianos.

11. Un evangelio con muchas aplicaciones: para la Iglesia, curas, comunidades religiosas, laicos. Para que todos recordemos que no hay amor a Dios sin amor al prójimo. Juan es muy claro. Éste será también el verdadero culto.

¡Oh feliz trampa!, la que le tendieron a Jesús sobre la ley. Gracias a ella Jesús ha dejado algo más claro que el agua: ¿qué es lo importante? Desde luego no fueron muy linces; la verdadera trampa hubiera sido otra pregunta: ¿qué es amar a Dios?

La gloria del cristianismo está en el amor a Dios que nos remite al amor al prójimo; y la gloria de la Iglesia, y la gloria del hombre.

¡Qué importante es centrar la vida!: se está a gusto, se trabaja mejor, se disfruta del gozo de vivir la existencia. Decir de un hombre o mujer que está descentrado es advertir que no funciona bien, que no está a gusto. Mil factores internos y externos tratan de descentrarnos. “Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas”. Sostiene al hombre y sostiene a la Iglesia. 

Sin el amor a Dios y sin el amor al prójimo,el hombre anda descentrado, sin sentido; no se sostiene, se derrumba.

Publicado en Palabra de Dios.