I Domingo de Adviento – B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Marcos 13,33-37

Lecturas: Isaías 63, 16ss – Corintios 1, 3-9 – Marcos 13, 33-37

La esperanza cristiana culmina y se resume en el adviento. Y la esperanza que trata de infundirnos el adviento invade toda la vida del cristiano, la penetra y la envuelve: sabe por qué vive, trabaja, lucha y ama, da horizonte a la vida y a la muerte. En nuestras iglesias durante el adviento se habla del salvador que llega. Se reza, se canta ¡ven, Señor…! 

  • ¿Son realistas nuestras comunidades cuando dicen que el Señor está cerca, cuando año tras año seguimos oyendo y repitiendo las mismas palabras?
  • ¿Qué esperamos de verdad? 

Con un mapa sangrante a la vista: odios, genocidios, hambre, injusticias que claman al cielo… el hundimiento económico, con miedo ante la inseguridad de mañana, con una muchedumbre de gentes sin trabajo, empresas grandes y pequeñas que que se van cerrando un día y otro, familias con la soga al cuello, familias rotas, gentes con mucha soledad a cuestas, enfermos, ancianos para quienes la vida ha perdido su sentido, sinceramente los datos que nos ofrece están minando la esperanza ¿sinceramente qué esperamos de Dios?

  • ¿En qué salvador creemos o hemos creído?
  • ¿En Dios o en el dinero y el poder?
  • ¿Lo invocaremos ¡ven, Señor! con la frivolidad de quien se ha acostumbrado a rezar?
  • ¿Rezaremos como quien recita lo que está ante la partitura del adviento, o rezaremos y cantaremos desde el corazón de quien le duelen esas heridas?

Demasiadas preguntas. Pero estas preguntas son necesarias para avanzar en una fe y una esperanza conscientes y adultas que se toman en serio la vida. Y para corregirnos lo que haya que corregir.

  • Hemos corrido como locos tras el dinero dejando muchos muertos en el camino. La fe ciega en dinero, el mercado, como valor absoluto lo hemos adoptado como el único dios que puede darnos la vida y hacernos felices y nos ha arrastrado donde estamos. Hemos olvidado que todos los ídolos terminan devorando a sus adoradores. Nos empeñados terca y ciegamente en construir la ciudad sin Dios, y lo que nosotros hacemos será siempre cosa de hombres. Y los hombres, vosotros y yo, y los gobernantes y los miembros de las ONGs vamos con demasiados egoísmos a cuestas que antes o después harán su aparición generando muchas corrupciones. 
  • Ya sé que los datos que nos ofrece la realidad no dan para esperar demasiadas alegrías. Pero también sé que las profecías más hermosas se han gritando de parte de Dios en los tiempos más oscuros y que la esperanza se purifica y hace fuerte en tierra hostil. Repasen la historia. 
  • En esta tierra llega el adviento: un tiempo para revivir la Esperanza. No celebramos el adviento al margen de la historia. Dios se dice en la historia. Pero nuestros tiempos, nuestros ritmos,  nuestros proyectos, tocados por muchas cosas, no son los tiempos de Dios. 

Al final de cada lectura hemos dicho solemnemente ¡Palabra de Dios! – Son palabras para provocarnos: que nos llaman, que piden respuesta.- Con frecuencia estas lecturas nos invitan a tomar el bolígrafo y copiar algunas frases que pueden ayudarnos a levantar la cabeza y la moral. Las profecías se cumplen, cuando el hombre se compromete a trabajarlas. En las pruebas se prueba quién es quién: si uno solidariamente acepta bajar un tanto su nivel de vida para ayudar a que las cosas se arreglen, o patalea porque le rebajan unos euros su buen sueldo, porque a él que no se lo toquen.


Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

  • Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Confesión de Dios como Padre. Pero la realidad que está viviendo el pueblo no parece confirmar este amor ni esta providencia; tenemos la sensación de estar dejado de la mano de Diosl:    Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!  El primer impulso es reclamarle a Dios que actúe.
  • Luego confesión de la propia culpa: Estabas airado, (¡cómo no va estar airado un padre que ve lo que estamos viendo todos y seguimos imposibles!) y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu mano. La prueba purifica las falsas esperanzas.
Publicado en Palabra de Dios.