Bautismo del Señor – B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Marcos 1, 7-11

Lecturas: Isaías 55, 1-11 – 1 Juan 5, 1-9 – Marcos 1, 7-11

  • Jesús recorre su camino de hombre echándose al corazón y a sus hombros la vida, pasión y muerte de sus hermanos, hasta parecer a los ojos de su pueblo como un pecador: infractor de las leyes santas; muere excomulgado y experimenta esa noche oscura el sentirse abandonado de Dios y de los hombres (lea los relatos de su muerte).
  • Pero esa vida, sus palabras, su abandono, su entrega, se convierten en luz. ¡Qué maravilla de hombre de Dios! La cruz ya no irradia noche, sino pascua. Todas las cruces ya pueden convertirse en pascua y crecimiento personal de quien las padece amorosamente.
  1. Volvamos a la escena del Jordán.

El evangelio nos describe el momento decisivo, de gracia, de donde arranca la historia de la evangelización: Jesús manifestado como siervo de Dios y de los hombres (porque el siervo de Dios es siempre un siervo de los hombres), es hijo predilecto, colmado del Espíritu.

  • No se manifestó en el templo donde se hacía especialmente presente Dios, la verdadera casa de Dios en la que se multiplicaban las oraciones, ofrendas y sacrificios y en donde confluían los hombres más santos y más instruidos de la ley divina.
  • Ni en la sinagoga, en clima de reflexión entre los piadosos del pueblo.
  • Ni en el monte alto, envuelto en una nube de gloria (como luego en el Tabor). Al final de su vida se revelará en la colina de los malditos, de los ajusticiados, como un excomulgado. Y su muerte en cruz por amor será la palabra más clara de quién es Dios y quién es el hombre.
  • Escogió para su presentación uno de los lugares geográficos más bajos de la tierra (la cuenca del Jordán). >Va a las aguas purificadoras y penitenciales. Como uno más: no llegó pisando fuerte o abriéndose paso con violencia; se pone a la cola, sin pedir privilegios. Así lo veremos siempre.

2. El Bautismo de Jesús es un gesto solidario.

Al entrar en las aguas, con él se bautiza toda la humanidad herida, sucia y pecadora, para que nazca el hombre nuevo-siervo. Se bautiza con todos los hombres que quieren cambiar de vida, que sueñan con el reino de Dios y quieren caminar en su presencia.

  • Gesto profético. Anticipa otro bautismo: su muerte y resurrección.
  • Gesto programático. Se destacan los dos polos de su vida: obediencia amorosa al Padre y su entrega humilde a los hombres.
  • Gesto histórico. Se empiezan a dar datos históricos de Jesús. Se escucha la presentación de Jesús.

Se escucha una palabra que debiera acompañarnos durante toda nuestra vida: “Tú eres mi hijo amado”. No sé si se oyó en la nube o en el corazón.

  • Jesús sentía a Dios como Padre: El Padre lo arropaba, lo besaba, lo protegía, lo llenaba.
  • El Padre era la fuente de su alegría, de su fortaleza, de su entusiasmo.
  • El Padre lo atraía y lo enviaba, lo fascinaba. Era su pasión y su gozo y su alimento, su punto obligado de referencia.
  • Cuando su Padre se le ocultó, sintió la nada, el desgarro, el vacío total del hombre sin Dios, la noche absoluta.
  • Jesús no dejó de repetir la más bella oración: Padre mío, Padre nuestro, santificado… venga tu reino…

3. Vivir así la relación con Dios supone:

  • Ternura, respirar una atmósfera de amor.
  • Confianza: mirar con confianza a las personas, la vida, el futuro, la muerte.
  • Protección-disponibilidad: viviendo la filiación Jesús llegó donde de otro modo no hubiera llegado jamás.

Hoy es un día para recordar nuestro bautismo y nuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el E.S. Fuimos ungidos con el aceite mientras se pronunciaban sobre cada uno de nosotros unas palabras que hoy nos sueñan extrañas: profeta, sacerdote, rey.

Nuestros padres se comprometieron antes a educarnos en la fe cristiana, y en nuestro nombre pronunciaron unas renuncias a todo aquello que nos hacía menos hombres, que nos deshumanizan y deshumanizan las relaciones.

Sospecho que hay mucho bautismo falso, donde los ritos y las palabras no se corresponden con lo que nuestro corazón siente y desea. Y si falseamos el primer sacramento, qué podemos esperar después. Pero no quiero que esta fiesta del bautismo deje mal sabor a nadie.

Bastaría para llenar de alegría nuestra vida, recordar -como dichas para nosotros- las palabras que se oyeron en el bautismo de Jesús: “Éste es mi hijo amado”. Escuchar que el Padre me está diciendo “eres hijo mío”, como ningún padre las ha pronunciado, es suficiente para cambiar una vida.

Publicado en Palabra de Dios.