Domingo II del Tiempo Ordinario– B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Juan 1, 35-42

Lecturas:  Samuel 3, 3b-10.19  – Corintios 6,13 ss  – Juan 1, 35-42


El domingo pasado contemplamos a Jesús de Nazaret en un cruce de caminos, puesto a la cola de los que quieren caminar en la voluntad de Dios. Escuchamos unas palabras del cielo: “Este es mi hijo…” Se apuntaba a lo que es y hace un hombre tocado por el espíritu de Dios: Él era la vida. 


  • Domingo a domingo, nos reunimos con él para escuchar sus palabras y hacer memoria de sus obras. Así nos encontramos con el Resucitado, y si no nos provoca una chispa de esperanza, si cada uno no nos llevamos una palabra de vida como recuerdo, si no se ha dado una especie de encuentro, poco o nada ha significado esa eucaristía para nosotros, por más que digamos cosas sublimes sobre la misa. Así de aburridos andan muchos bautizados con la misa y con la fe.
  • Hay gente convencida de ser una persona de fe, porque cree que existe Dios, tiene cierta cultura religiosa y practica algunos mandamientos de la Iglesia. La fe no es un mero aceptar con más o menos dudas- un cierto número de verdades o hipótesis. La fe es un encuentro, una vivencia personal que lleva a unas convicciones precisas y a una serie de opciones que en consecuencia generan un determinado comportamiento: “hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él”. San Ignacio dice “ser afectado”. “Creo en ti es un acto de confianza y de amor«.

 1. Recomponemos la escena del evangelio

Estamos a unos 8 Km de la desembocadura del Jordán, río arriba, no lejos de Jericó. El lugar es algo desértico; en las orillas hay algo de vegetación. Juan lleva un tiempo bautizando. Es algo más que el mediodía. Pasa Jesús lo señala con el dedo: “ése es de quien hablé”; ¡qué importante estas palabras para todos los que buscan un mundo nuevo, una salida! Dos del grupo se fueron tras él animados por Juan, le siguen a cierta distancia hasta que de improviso Jesús se detiene y volviéndose a ellos, les pregunta ¿Qué buscáis? (palabra clave).

  • Interesante pregunta del Señor a quienes les siguen. Ellos le responden: Maestro, ¿dónde vives? Esta es la imagen del continuo tanteo entre Dios y el hombre. Dios interesado por lo que vamos buscando en la vida; y nosotros, por cómo o dónde encontrarle. Dos preguntas claves en nuestra vida. A la Magdalena, Jesús ya resucitado en figura de jardinero, le hará esta misma pregunta: mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?
  • La vida de una persona acaba por quedar marcada y orientada generalmente por aquello que busca. ¿Qué es lo que busco? Se trata de una pregunta básica; referida también a la fe. al sacerdote, al matrimonio, a cada hombre en general… Cada hombre, antes o después ha de encontrarse con esta pregunta: ¿es el dinero mi aspiración suprema de la vida…? ¿El placer, el negocio…? ¿Qué buscáis es la pregunta primera que Jesús nos hace por encima de todo? ¿Qué busco en la vida? 
  • A la pregunta dónde vives, Jesús les invita: “venid y veréis”. Se quedaron con él toda la tarde. Y para siempre. Más tarde dirá el Señor: estoy con vosotros, permaneced en mí.

2. La más auténtica antropología es Jesucristo

Nuestra época, tan ávida de antropología, no debiera olvidar que la más auténtica antropología es Jesucristo: modelo de humanidad por eso nos interesa conocerle (a su paso recrea la vida).

  • Fe en Jesucristo no significa saber mucho de él; sino haberle encontrado. Aquellos dos discípulos quedaron persuadidos; así lo manifestaron a sus amigos y parientes: ¡lo hemos encontrado! 
  • Esta fe nos aclara cómo a una fe plena sólo se llega por el encuentro personal (5 veces aparece en estas líneas el verbo encontrar.

De este encuentro hablará un día Jesús… Tan fuerte es la emoción que induce a una vida nueva: primero convence; luego nos cambia. Sin este encuentro la fe resulta un peso, como el matrimonio sin amor.

Buscar a Dios comienza muchas veces por un sentimiento de soledad acompañado de una necesidad de compañía. La búsqueda ha de llevarse a cabo en la realidad de cada uno; no desde la teoría o la hipótesis religiosa, sino desde lo que uno es, tiene o le sucede. Se trata de aprender a encontrar a Dios desde lo más humano (desde la mera curiosidad como Zaqueo desde la duda sobre la verdad, como Nicodemo desde donde a veces menos se espera, como la Samaritana, desde la generosidad al dar lo mejor que uno tiene, como las hermanas de Lázaro.  “Buscad y encontraréis”.

3. La fe es un tesoro

  • Lo primero no es dejar otras cosas; sino el motivo por el que se dejan. El compromiso nace del encuentro.
  • La verdadera fe es la que se refiere a la vida. No es una fe almacenada en un conjunto de esquemas dogmáticos ni de principios morales. Juan conecta la fe con el corazón, por eso se traduce en hechos de vida, como el amor. El evangelio de Jesús inspira criterios de libertad frente a rigorismos estructurales. El compromiso cristiano no nace de normas, sino de la fe; y la fe nace del encuentro: lo que prima es el amor a los hermanos.

El evangelio de hoy viene en el marco litúrgico de otras dos lecturas: Samuel escucha borrosamente la palabra de Dios que le llama, y se presenta a ella diciendo: “Aquí estoy, para hacer tu voluntad”.

El Señor nos ha reunido junto a él
El Señor nos ha invitado a estar con él

En su mesa hay amor
La promesa del perdón
y en el vino y pan su corazón
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Publicado en Palabra de Dios.