Domingo IV de Cuaresma– B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Juan 3, 14-21

Lecturas:  Crónicas 36, 14-16.19-23  – Efesios 2, 4-10  – Juan 3,14-21

Unas lecturas muy densas. Debiéramos espigar algunas frases para el recuerdo. Debiéramos volver a leerlas mientras nos preguntamos: ¿y esto me afecta a mí?

1. La primera lectura

Es la crónica de una derrota que llevó a los israelitas al exilio: un pueblo deportado y liberado. Pasados 70 años de la deportación, Ciro, rey de Persia, los libera, los repatria. Cada cual saque las consecuencias que le inspire el texto. Yo saco una entre mil: la salvación le llega al pueblo de Dios por un rey extranjero. El ateísmo nos puede ayudar a purificar nuestro hablar de Dios y de muchas prácticas religiosas.

2. La segunda lectura

Unos renglones de la carta a los cristianos de Éfeso: nos ofrece las mejores palabras para recuperar la alegría de la fe y la esperanza en Dios.

3. El evangelio nos lo han dejado muy recortado.

Estamos en el denso capítulo del diálogo de Jesús y Nicodemo, un diálogo que aclara muchas cosas. Yo lo dejo en una frase: el hombre, mordido de muchas cruces, como aquel pueblo del desierto mordido de serpientes, tiene ya a quién mirar para curarse. La vida nace y se alimenta en una historia de amor.

  • ¿Quién es Nicodemo?

Jefe judío, magistrado, fariseo, es decir, muy religioso (de la estricta observancia), pertenece al Sanedrín. El Sanedrín era el consejo supremo de justicia en tiempo de Jesús, era un órgano de poder religioso, político, social y económico. Estaba compuesto por 71 miembros. Nicodemo era así, un hombre estudioso, observante de la Ley y maestro; y un hombre constituido en autoridad.

  • Acude a Jesús de noche.

Esta expresión “de noche” puede referirse tanto a la noche física (no quiere que se conozca su simpatía por Jesús, porque estaba muy mal visto) o noche como oscuridad interior (no entiende o está perplejo ante los signos de Jesús). 

¿Y si la verdad estuviera en este hombre que ha purificado a latigazos el Templo, que pone al hombre por encima del sábado y de la ley, que prefiere la misericordia a todos los sacrificios, que dice que hay que amar a los enemigos… ¿Si estuviera en la verdad…? 

  • A este trozo del evangelio se ha llegado después de un diálogo:

Nicodemo le ha preguntado a Jesús por el camino de la salvación: hay caminos que no llegan a ninguna parte. 

Jesús le dice: “hay que nacer de nuevo”, como si le dijera, “con todo eso que sabes y con esa religión de cumplimiento, pero sin espíritu, no vas a ninguna parte, eso no te va a salvar, tienes que nacer de nuevo”. Luego, dos monosílabos: yo ya… soy viejo.


  • Nicodemo tiene miedo como yo y, supongo que como ustedes, a encararse con la palabra de Dios, que puede zarandearnos y sacudir nuestras seguridades.

Y Jesús le habla del poder del Espíritu: los hombres nuevos son los del espíritu nuevo. Hay que nacer de nuevo, hay que vivir de manera nueva.

  • Y ahora Jesús le propone mirar en otra dirección

Sigo con la pregunta: ¿y esto me afecta a mí?). Lo mismo que Moisés… Mirar al Crucificado…

Jesús presiente la etapa final de su vida, que se nos ha entregado en forma de crucificado, del crucifijo: El hijo del hombre e Hijo de Dios, eliminado por los hombres y resucitado por Dios.

Varias veces se repite en los evangelios esta frase: “mirarán al que traspasaron”. Y extrañamente, esa mirada al Crucificado durante 2.000 años nos ha hecho renacer, nos devuelve la vida, nos purifica el pensamiento y los afectos, nos hace sentirnos amados y perdonados. 

  • Dime quién te ha cautivado la mirada y te diré quién eres.

Habréis advertido que los medios de difusión tratan de robarnos la mirada hacia el consumo, o lo que sea. Se exhiben unas cosas y se ocultan otras. No es lo mismo mirar hacia el llanto de los pobres que ojear con avidez los últimos modelos.

No es lo mismo mirar a esos rostros de la guerra, que mirar a las pantallas de la Bolsa.

Una mirada compasiva a los crucificados nos curaría de muchas fiebres egoístas.

Una mirada contemplativa al Crucificado nos despierta las preguntas dormidas que nos podrían abrir manantiales de vida. Jesús se lo expone a Nicodemo claramente. 

En ese evangelio vemos quién es Dios: Dios es amor, no represión; Dios salva, no condena. Mírale y te sentirás amado y perdonado y salvado.

Ese crucificado marca la verdad y la mentira del hombre y de la historia, y los caminos de la vida; caminos que hay que andar en el amor y que Él recorrió primero. Ese amor nos ayuda a vivir en verdad y a crecer en calidad de vida.

La mirada al Crucificado en las afueras de la ciudad santa nos devuelve el eco de sus palabras: “Perdonaos, reconciliaos. Bienaventurados los limpios de corazón, los que trabajáis por la paz, los misericordiosos, los que devolvéis bien por mal, los que no vendéis al hombre por dinero”.

Os sugiero que volváis a leer este capítulo del diálogo entre dos maestros: Jesús y Nicodemo, con una pregunta de fondo: ¿y este diálogo me afecta?

Las mejores palabras las encontrarás en tu propio corazón

En este evangelio hay palabras para ti, para sentirte amado y renovado

Publicado en Palabra de Dios.