Lecturas: Job 7, 1-4ss – Corintios 9, 16-19ss – Marcos 1, 29-39
Hemos escuchado tres lecturas y ¿qué nos ha quedado? El trozo del libro de Job, los siete renglones, ¿nos han dejado como antes? Job se queja de que la vida le vaya como le va. ¿Para esto merece la pena vivir? Y se lo suelta a Dios.
Estos siete renglones son como las teselas o pequeñas piezas de un mosaico: en su conjunto, dicen algo o mucho; aisladas del resto, nada. Os adelanto el final: Job, después de aguantar lo que aguantó y de soltar a Dios lo que le soltó, sale como nuevo de la prueba y nos confiesa: “Ahora conozco a Dios no de oídas”. Ha tenido en su noche oscura una experiencia de Dios que no la conoció cuando la vida le sonreía.
- Despachar esta lectura en tres minutos o recortarla en siete renglones es una frivolidad. Léanse el libro entero; son unas pocas hojas de la Biblia. Ahí se plantea el eterno problema del sufrimiento y la tremenda pregunta del hombre a Dios: si eres Padre, ¿por qué me ocurre a mí esto? ¿Si eres Dios y lo puedes todo, ¿por qué este viernes santo mío? Si eres padre, ¿no te duelen las entrañas con la tragedia de tus hijos muertos de hambre, errantes por el mundo…?
- En el libro de Job sólo se atisba un rayo muy tenue de esperanza. Será necesaria la venida de Jesús y su paso por la cruz para que estas preguntas desgarradoras de un creyente, de todo ser humano, encuentren la luz de la pascua. Después del viernes santo de Cristo, nada es desesperante. Ni el cáncer, ni la tortura, ni la calumnia, ni la muerte.
Vamos al evangelio: como todas las páginas, es una escena para contemplar que el paso de Jesús recrea la vida, cura el cuerpo y el alma. El evangelista Marcos es un maestro de estilo conciso y directo. No se puede decir más en menos líneas. Describe tres unidades: 1) curación de la suegra de Pedro, 2) curaciones numerosas al atardecer, y 3) viaje de proclamación misionera.
1ª escena: la suegra de Pedro sufre de fiebre
- Es sábado. Día de descanso y fiesta; pero ella no lo disfruta: está tumbada. Jesús la toma de la mano (gesto interesante). Le dejó la calentura (qué sanadora es la caridad cercana de dar la mano, y no despachada desde una oficina). Y ella se puso a servirles (el servicio es el tema clave de un hombre o mujer tocados por la gracia de Dios, sanados). La suegra de Pedro, como servidora de Jesús y de sus discípulos, ha alcanzado lo más grande y testimonial del renacido en la fe de Jesús: el servicio. Ella hace y realza lo que Pedro no quería aprender en todo el transcurso del seguimiento histórico de Cristo. Pedro se escandaliza de un mesías que lave los pies, etc.
- Hay algo más en esta mujer. Como signo de una mujer nueva que nos relata magistralmente Marcos: conforme al ritual judío, se hallaban todos obligados al descanso; pues esta mujer, rompe ese rito, supera el sábado judío y comienza a realizar la obra mesiánica: servir a Jesús y a sus discípulos. La necesidad se impone sobre los días y horarios, para hacer el bien: un hombre de Dios lo comprende; un oficinista, no, (alerta roja a todas las oficinas parroquiales, si no quieren desnaturalizarse). (Importancia de los detalles y la acogida en la evangelización). Si hay que romper el programa por el hombre, se rompe. El hombre abstracto no existe; existe el rostro concreto de esta suegra, de estos novios, de estos niños o de esta madre).
2ª escena: Las curaciones al atardecer
Sigue corriendo el sábado, las gentes han oído hablar del profeta sanador; pero no pueden traer a sus enfermos (la ley sagrada judía del sábado prohíbe tajantemente trabajar, por eso esperaban al ocaso del día. (El día acababa con el ocaso). El sábado judío, día sagrado, de un descanso impuesto, no logra liberar al ser humano. Sólo cuando ha transcurrido el tiempo sagrado, en el momento más profano de la noche que se va cerrando, podrá mostrarse Jesús como sol de curaciones a la puerta de la casa de Simón. Cura a los enfermos y endemoniados, pero no permite que propaguen su fama presentándole como un mago curandero.
3ª escena. Proclamación misionera
- Se retira, supera los esquemas de grandeza y gloria, rompe los cuadros de quienes quieren manejar su mesianismo, despliega una acción misionera que se funda en la experiencia del Dios mismo que le ha enviado. Estamos ante el secreto de Jesús: el Padre. ante Él, en oración, dilucida sus caminos. Él es su fuerza. Discierne la oración con el Padre (el secreto de un evangelizador: ser un hombre o mujer de Dios).
¿Y esta contemplación tiene algo que ver con nosotros, con la comunidad cristiana hoy? También hoy la población de poseídos por el mal se agolpa a nuestras puertas. Pobre iglesia, parroquia o casa religiosa a la que no se acerquen los pobres.
- Tenemos en nuestras manos la posibilidad de multiplicar la acción sanadora de Jesús. La situación de la humanidad no obedece a un ciego destino. Cáritas es el rostro sanador de Jesús hoy. Aquí me siento orgulloso de mi iglesia, que se prolonga en manos que comparten el pan, que está junto al enfermo, junto al anciano, que recoge a los niños y niñas de la calle, que renuncia a mesianismos de gloria para servir a los más pequeños, a los que nadie sirve.
Si algo pido en la contemplación de este cuadro evangélico, es que también a mí me dé el Señor Jesús su mano, nos levante, y cure mis fiebres. Y curado, que pueda servir a los más pequeños. Que no me pueda el orden de los programas en detrimento del hombre concreto.