Domingo V de Cuaresma– B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Juan 12, 20-33

Lecturas:  Jeremías 31, 31-34  – Hebreos 5, 7-9  – Juan 12, 20,33

1. La primera lectura nos habla de Dios, que hace una alianza con el hombre.

¡Cuántas veces se repite en la Biblia el tema de la Alianza como la expresión de la pasión que Dios siente por el hombre! Alianza que crea un corazón nuevo. Algo se presiente en la alianza que realizan un hombre y una mujer: nace un corazón nuevo y una ley nueva, unos ojos nuevos para mirarse mutuamente; una vida nueva, de nuevas relaciones. Uno está en el otro.El hombre debiera remitirse a Dios que le llama y le ama, para sanar sus soledades y dar sentido a su vida. Esta palabra de Dios no es para darla ya por escuchada, sino para volver a ella en admiración y gozo renovado.

2. Retomemos el evangelio

Puede aportarnos vida y situarnos en la autenticidad cristiana, y responder a esas inquietudes del corazón, cuando no se han anestesiado los deseos de superarse uno a sí mismo.

Todo empieza aquí: quisiera verte, Dios mío. Saber quién eres

  • Es una palabra que está al inicio de los encuentros y los provoca; de los encuentros humanos y divinos. ”Dime lo que busca tu corazón…”

“Quisiera ver tu rostro, muéstrame tu rostro”, es una de las plegarias del hombre religioso de todos los tiempos.

  • Yo os pregunto y me pregunto (pregunta de principio, fundamental): ¿arde en mi corazón y en el tuyo este deseo de conocer a Dios, de saber de Dios?
  • ¿Nuestras iglesias, comunidades cristianas, mantienen la tensión de la búsqueda de su rostro?, -¿están a la escucha de su palabra, viven esa actitud de seguimiento de Jesús con seriedad?, -¿dónde lo buscan?
  • Creer que se conoce a Jesús porque se ha oído hablar mucho de él es un riesgo difícil de superar para los piadosos que frecuentamos las iglesias. Jesús es siempre más.

3. Tomemos de nuevo el evangelio “ha llegado LA HORA…”

  • Hay momentos y lugares privilegiados donde Cristo quiere dejarse ver. Clavado en la cruz.
  • Hay que seguirle para descubrir en sus palabras y acciones el verdadero rostro de Dios y del hombre, que eso es Jesucristo.
  • Esto es lo que hacemos los cristianos cuando abrimos el evangelio y lo contemplamos para tratar de llevarlo a la vida de cada día (la sal).
  • Al abrirlo hoy, el seguimiento del que hablamos tiene unos rasgos claros: desvivirse por demás. El seguimiento de Jesús nos lleva a crecer en humanidad, a ser íntegros. Esta grandeza y salvación pasa por entregando su vida, donándola, para que otros (familia, vecinos, amigos…) puedan vivir de él. Como si este hombre o mujer se fuera vaciando de sí mismo… Como una madre es la servidora de todos. (Más allá de cristiano…). Jesús habla hoy de dar la vida, del grano de trigo; esto es lo que celebra la Iglesia en esta eucaristía. Donde nadie muere por nadie, donde rige el principio “hago de mi vida lo…” surgen todas las soledades e infiernos (familia, pueblo…), o lo que es peor todas las corrupciones, hasta la eliminación física o moral de quien nos estorba. – Donde hay hombres y mujeres que se desviven por los demás, allí, sépase o no, bautizados o no, está surgiendo el mundo nuevo, de hermanos que se quieren y se ayudan, que llamamos “reino de Dios”.

El evangelio habla de “LA HORA”, deseada y temida, de hundimiento y de gloria (segunda lectura de hoy): la carta a los Hebreos la dibuja con realismo. La fidelidad siempre es dura, y antes o después, como a Cristo, se presentan a todo hombre estas horas duras de vacilación, de verdad y angustia, en las que uno puede echarse atrás, vender su conciencia o ser leal consigo mismo y con el prójimo, aunque le cueste agonías. – Estas horas tienen su grandeza, por ejemplo, rechazar un dinero no limpio, ofrecer un perdón a quien nos ha ofendido; luchar con la verdad y la justicia por delante.

Son horas propicias para descubrir el rostro de Dios. Hay misterios en los que sólo uno puede adentrarse en ellos desde situaciones parecidas, de crucificado a crucificado. Sólo sabremos si un amor es capaz de llenar nuestra vida, si nos entregamos a él.

4. Otro punto de este evangelio:

Unos gentiles piden al discípulo que les muestre a Jesús. Hermanos, sabiéndolo o no, en el hambre de vivir de verdad, de justicia, hay un clamor por el reino de Dios, que nosotros los creyentes debiéramos recoger para mostrar a Dios a los hermanos, al mundo.

  • Pero ¿qué Jesús mostramos?, ¿el de una piedad intimista (que nos encierra en nosotros mismos), o quien nos invita a seguirle con la pasión por el reino de Dios? 
  • ¿Qué crucificado mostramos, el que reclama compasión y compromiso? ¿El que muere porque así estaba escrito, según el guión establecido, o el que muere porque estorba con la Verdad de Dios en este mundo?

Hoy nos felicitamos porque la pregunta-deseo “queremos ver a Jesús” está surgiendo en las Iglesias y fuera de ellas. 

Por aquí debe empezar toda renovación de la Alianza. Dar la vida o reservársela.

Publicado en Palabra de Dios.