Domingo XV del T.O. – A / Palabras Amigas, por el Camino del Evangelio – Mateo 13, 1-23

Lecturas:

  • Isaías 55, 10-11
  • Romanos 8, 18-23
  • Mateo 13, 1-23

Como una semilla de vida

  • Jesús era un gran comunicador, porque era un gran observador de la vida. 
  • Le bastaba narrar un cuento, una parábola, para encender la luz en las mentes con hambre de verdad, liberar el corazón sincero o descubrir la mentira de un ordenamiento legal vigente.
  • Con la parábola del padre del hijo pródigo se cargó el ordenamiento penitencial judío apoyado por la misma Biblia; con la parábola del Buen Pastor reveló el corazón de Dios y desenmascaró a los falsos pastores y otros servidores del pueblo por oficio y por tajadas. Las parábolas de Jesús no son ingenuas; son lecciones magistrales de sabiduría.

Quiero hilvanar el evangelio de hoy con unas palabras que, a modo de juicio o línea divisoria, nos dejó Jesús el domingo pasado, y que posiblemente las hayamos olvidado ya: “Sencillos que entienden; y sabios y letrados que no entienden”. Lo traduzco al vuelo: corazones sencillos y limpios que saben ver y escuchar, y corazones intoxicados condicionados por una ideología o con mil intereses que les impiden ver y escuchar; por ejemplo, el llanto de los pobres, o la soledad de sus hijos, o sus padres ancianos. 


El caso extremo sería el fanatismo religioso, político o económico, que nos hace tan sectarios. Habréis advertido hoy unas palabras extrañas en boca de Jesús, una escandalosa respuesta a la pregunta de los discípulos: “¿Por qué hablas en parábolas?”

  • Las parábolas son un medio adecuado para no decir nada a quienes no están dispuestos a escuchar, y de decir mucho a quienes buscan una palabra de verdad para su vida. Son denuncia y anuncio.
  • Esta parábola marca estilos de acoger la Palabra de Dios. Jesús dice: mirad a ese hombre que está sembrando su campo; abrid bien los ojos y ved… Así es el Reino de Dios, como una semilla pequeña, un germen de vida; si os creciera dentro… Cuidadla y os dará frutos de vida… Así es vuestro corazón, como ese campo o ese camino pisado o ese pedregal… Pero observad bien: no todas las semillas se desarrollan; algunas mueren, son pisadas o las zarzas las sofocan; otras dan fruto abundante… El mismo Jesús hace hoy la homilía y nos va dibujando a cada uno de los aquí presentes. Y al final dice: “El que tenga oídos, que oiga”.
  • Se trata de escuchar y recibir agradecidos el evangelio, como la tierra se abre para recibir la semilla, como una palabra de amor y de vida, cuya respuesta no es otra que una respuesta de amor y gratitud.
  • Jesús emplea varias veces en sus parábolas el tema de la semilla para ilustrar el reino de Dios: habla de semillas buenas y de cizaña, de la pequeñez de una semilla y de su fuerza vital expansiva, de su crecimiento oculto y gratuito aunque el hombre duerma, de vigilar sembrados…
  • La semilla y la tierra retratan muy bien lo que sucede en el corazón humano y en los grupos. Jesús, el sembrador. Jesús siembra el reino de Dios: Perdón, Reconciliación, Vida…

Hablando de semillas:

Dime lo que siembras en tu corazón, y te diré quién eres… Una palabra buena, un detalle de bondad, una mirada generosa, puede resucitar una vida si la dejamos crecer y la cuidamos. Un virus, una bacteria, puede acabar con un viñedo. Todo empezó por una noche de alcohol, por un porro, por sustraer un dinerillo; o todo empezó cuando me sentí escuchado por aquel hombre bueno.

Y hablando de tierras:

¿En qué yo cae tu amor y tu palabra? Dígase amor y palabra de Dios o del prójimo, de mi cónyuge o de un amigo: ¿en una tierra o en un yo generoso o egoísta, desprendido o huraño, preocupado por mil negocios o dispuesto a escuchar?; ¿soy tierra receptiva? Si junto a Dios y el hombre, es para prevenir el engaño de quien dice que escucha a Dios y desatiende a su hermano.

Y hablando de nosotros mismos como sembradores:

  • El ser humano, en cualquier situación, guarda mucha bondad que aportar.
  • ¿Qué semillas voy dejando entre los hombres, en mi hogar y en mi familia…? 
  • Una palabra buena puede levantar el ánimo caído, reconciliar a los amigos; y otra, puede sembrar la discordia o despertar recelos y egoísmos. Un buen ejemplo diluido en la vida diaria, en detalles, siembra la vida.
  • La semilla no es para guardársela en el puño, sino para sembrarla al voleo, o una por una en el surco. Vuelva cada uno a meditar esta parábola en el silencio. Las semillas crecen en el silencio.
Publicado en Palabra de Dios.