Domingo XVII del T.O. – A / Palabras Amigas, por el Camino del Evangelio – Mateo 13, 44-52

  • Del primer libro de los Reyes (3,5.7-12)
  • De la carta de san Pablo a los Romanos (8,28-30)
  • Del evangelio según san Mateo (13,44-52) 

Hoy Jesús compara el reino de Dios con un tesoro escondido. Tema de elección, de sabiduría: el asunto está en que le creamos y lo descubramos y nos decidamos por él. Así de claro: Jesús nos ofrece un tesoro, se nos ofrece él mismo. El crucifijo: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos!” 1 Juan 3,1

  • Jesús es el tesoro de Dios entregado a los hombres, y todo su evangelio son palabras divinas y caminos de cielo. 

– No acapares, comparte; acompaña a quien vive en soledad y gustarás la vida como no te imaginas. Ayuda a tu hermano y te nacerá dentro una alegría inmensa; cuando te dirijas a Dios tu creador, llámale ¡Padre! desde el corazón; y aunque el mal parezca asolar al mundo y a ti mismo te muerda, como le mordió a Cristo, mírale y una confianza grande pacificará tu vida.

 – Y de todo podrás sacar bien, como dice la segunda lectura. Es que el reino de Dios acontece ya en el corazón de cada hombre que ama. El problema del mundo de hoy es un problema de amor , de perdón , de aceptarlo agradecidos.

  • Hay quienes le creen y apuestan por él y trabajan con él y por él.                                             
  • Hay quienes dicen sencillamente “déjame de cuentos”.                                                            
  • Hay quienes lo reciben con fastidio.
  • Este es uno de los problemas de los bautizados, de los cristianos de hoy sin alma cristiana.

– No han descubierto su fe como tesoro, como luz, como agua, como evangelio de felicidad, como vida, como amor, sino como leyes o ritos a cumplir; como una carga, que si nos liberaran de ella viviríamos mejor. Algo parecido al que soporta el matrimonio como carga, y no como gracia. ¡Pobre hombre!, si Dios, tu Creador y Padre, solo sabe ofrecerte vida… 

  • “Si conocieras, mujer, el don de Dios”  (San Juan cap. 3)

– Encontrar a alguien en este valle de lágrimas y soledades que te quiere, te acompaña y al fin de la jornada te espera, es un tesoro. Aquellas palabras de Jesús a la Samaritana sedienta de vida en el pozo de Siquén “si conocieras, mujer, el don de Dios”, siguen resonando en aquel pozo de los pastores, como uno eco de la voz de Dios, para todos los sedientos. 

  • Todo cristianismo debe ser entendido en clave de tesoro.

 – El bautismo como tesoro, la eucaristía como tesoro, el sacramento de la penitencia como tesoro, la unción de los enfermos como tesoro, el sacerdocio, el matrimonio… los padres, los hijos, los abuelos, los vecinos, el prójimo (el médico y la tendera) como tesoro. En el coronavirus hemos descubierto muchos tesoros escondidos. 

Si el contenido de la fe cristiana no lo entendemos como tesoro que nos enriquece como personas humanas y enriquece nuestras relaciones, no hemos entendido nada y nos llenaremos de leyes, de mandamientos y de prohibiciones.

A veces da la sensación de que somos un poco torpes transmisores del evangelio: transmitimos saberes, y no alegrías; rollos, y no entusiasmo. 

  • Quien hable de evangelización ha de tener en cuenta que lo que diga es para contagiar alegría y esperanza de vida

– El reino de Dios se ofrece como tesoro; pero uno sabrá si es un tesoro (y lo disfrutará), si se aventura a arriesgarse por él, a trabajar por él. Solo los que se arriesgaron a salir de Egipto descubrieron al Dios libertador. Hay muchos testigos de toda esta fe y muy cerca de nosotros. 

  • Si has descubierto este tesoro, vende lo que necesites para hacerte con él.

– El reino de Dios que anuncia Jesús y se ofrece como un tesoro exige reorganizar la escala de valores que mueve nuestra existencia cotidiana. 

Acoge a Dios, amálo sobre todas las cosas, y todas las cosas te serán amables. Así, el reino de Dios que anuncia Jesús no es algo que está fuera de esta tierra y de la historia; está gimiendo ya en el propio corazón y en las entrañas de cada hombre y mujer creyente o no. Hay muchas semillas del reino de Dios. Hay muchos tesoros que podrían hacernos felices, pero la distracción y otros intereses o caprichos nos impiden descubrirlos y gozarlos. 

Jesús se quejaba: “Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen”. Algo de esto le pasaba a san Agustín, el gran humanista de corazón inquieto. Termino con unas palabras de sus Confesiones 10,27-29:

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!, y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían
.

Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti
.

                                                         Agustín de Hipona 

Publicado en Palabra de Dios.