Domingo XVIII del T.O. – A / Palabras Amigas, por el Camino del Evangelio – Mateo 14, 13-21

  • Isaías (55, 1-3)
  • Romanos (8, 35.37-39)
  • Mateo (14, 13-21)

Como tantas veces, ante estas páginas tan sugerentes y provocativas, tan bellas para llenar nuestra vida de esperanza, no sé por dónde empezar. Estoy tentado de leerlas otra vez. Hay cosas que para gustarlas, uno tiene que volver a ellas con calma. No se puede escuchar aprisa. Por las prisas vivimos sin vivir.

Recogiendo detalles. Contemplo y escucho el evangelio. 

  • Herodes se ha quitado de en medio al profeta Juan el Bautista. >Jesús se retira, y la gente le busca y le sigue a multitudes. >Todos con un grito reprimido: Jesús, cúranos, danos una palabra de aliento. (Lectura del evangelio)
  • A Jesús le duele el dolor de aquella gente: gente enferma, masas sin dirigentes, un pueblo sin guía ni pastor.

– Se ha hecho tarde, a la gente no le importa pasar hambre: tiene hambre más profunda que la carencia de pan. El pan significa muchas cosas.

Los discípulos se apresuran a aconsejar al Maestro:“Despídelos”.

– Jesús responde: no hace falta que se vayan. Y abre el diálogo provocativo al compromiso social: dadles vosotros de comer, compartid lo que tengáis.

– “No llega con lo que tenemos” (cinco panes). – Jesús les dice: “traedlos”. Y al partirlos y repartirlos va surgiendo el milagro (dos detalles: Jesús y una multitud >el milagro de la fe y el pan compartidos). >“No tiréis las sobras”. ¡Qué cuadro tan evocador y retador!

“En aquel tiempo”. Esta expresión transciende el dato cronológico (aquella fecha) y se hace presente en el continuo devenir de la Historia; es el “hoy de Dios” en nosotros.

  • Hay hambre y dolor: que nos afecte el sufrimiento (miedo a dejarme afectar, tentación de retirar mi vista). 

– ¡Compartir! No sería prudente. Tengo las letras de la segunda casa, hemos cambiado el dormitorio, las vacaciones, la moto del chiquillo, o la pintura de la iglesia. ¡Qué cuadro tan evocador! 

– No os sintáis amenazados, no los despidáis. Sin querer, nos sube el miedo a que nos invadan; pienso en los emigrantes. 

– Compartid vuestros bienes, vuestros cinco panes, naciones, pueblos, familias, iglesias ¡compartid! >miedo a que mañana me falte el pan. 

– Para alentar nuestro compromiso social, quizás nos venga bien recordar aquello del juicio sobre cada hombre y cada pueblo: “Benditos de mi Padre, tuve hambre y me disteis de comer”. Benditos o malditos.  

– Ahí os queda el evangelio, yo no puedo contemplarlo por vosotros; ni otros por mí. Cada uno es retado ante el Padre, ante uno mismo, sobre qué hace con sus cinco panes. Por miedo damos a lo más un cuscurrillo… y así no sale el milagro.  El dato previo a la multiplicación es que repartieron lo poco que tenían.


  • La primera lectura es como un vaso de agua fresca para el sediento

Os la voy a leer en esa frescura original, tal como la presenta el profeta a un pueblo desterrado, sin esperanza: “Oíd sedientos…”

 – “Gastáis el salario en algo que no da hartura”. ¿No os sugiere nada eso? Solo contrasto la sociedad de consumo, la lucha por el nivel de vida y la posición social, con esa especie de lamento generalizado, tedio, aburrimiento prematuro, el refugio en el alcohol… (Ahí tenemos esas masas de nenes grandes que se traumatizan si se les niega el último capricho). 

“Oíd, sedientos, inclinad el oído, venid a mí, escuchadme y viviréis”. Quizás hoy esta voz se concrete en compartid vuestros cinco panes y conoceréis el milagro y el gozo de la vida y de la convivencia. No tengo la menor duda -y la experiencia me lo confirma- que la mejor manera de curarnos del tedio, del aburrimiento y del sinsentido de la vida es dejarnos de mirar al ombligo y preocuparnos por los demás.

  • La segunda lectura es el testimonio de vida de un convertido.

No le faltan dificultades internas (tan propias del hombre de hoy): aflicción, angustia; ni externas como el hambre, el peligro, la desnudez o la espada. Pablo no vive en mejores condiciones que nosotros, pero tiene un gran amor y una gran fe en Dios. Me llega el pensamiento de la vida dura de tantos hombres y mujeres, de nuestras abuelas; yo las miraba a los ojos y las veía felices; y que en la desgracia decían con toda convicción un “Dios sabrá por qué…”; y su fe les llenaba de paz. Su fe les hacía fuertes, sabían de quién se habían fiado. Tener a alguien de quien poder fiarse incondicionalmente es muy importante en la vida. 

  • Al escuchar hoy a Pablo os dejo solo con esta palabra: “Atrévete a creer, atrévete a amar”. Y, volviendo al evangelio: no te guardes tus cinco panes; compártelos para que veas alumbrar el milagro. Atrévete a compartir. Atrévete a dejar esa cárcel que dice “hago de mi vida lo que me da la gana”, y respirarás un aire nuevo, un mundo nuevo. 
  • Con cara de piadosos e inocentes pedimos a Dios por los que pasan hambre. No se puede llamar a Dios Padre nuestro y pedirle el pan nuestro, olvidándonos que es también el de los demás. A esto añado: “cuando comemos el pan de cada día, haznos sentir hambre de justicia, de solidaridad, de actitudes éticas frente al hermano”. 
  • El evangelio de hoy me recuerda a miles de creyentes y no creyentes que hoy ponen sus cinco panes, en ocasiones lo mejor de su vida, al servicio de los hermanos. Yo me siento orgulloso de mi Iglesia, por su historia de caridad y servicio a los más necesitados.
Publicado en Palabra de Dios.