Domingo XXIX del T.O. – A / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Mateo 22, 15-21


Esto de “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, hay que ponerlo en su contexto, para no hacer decir al evangelio lo contrario de lo que quiere decir y caer en aquello tan usual de “los negocios son los negocios y la religión la religión”; los cristianos al templo y los mercados a la bolsa: cada cosa en su lugar. Esta sería una escucha perversa del evangelio para el hombre y para los negocios. Así andamos como andamos: ni fe ni ética personal y social. Y todos lo pagamos; la crisis actual es un sangrante ejemplo. Este evangelio nos previene también de la teocracia, como del poder civil sin límites.


  1. Dos grupos que no se tienen ninguna simpatía, se piden apoyo para un plan astuto. ¿No les recuerda esto ciertos cambalaches entre partidos?
  2. Mienten desde el principio. Ocultan su intención con el halago. ¿Tampoco esto les recuerda nada?
  3. No preguntan al Maestro para saber y aplicarlo a la vida, sino para enredarle y acusarlo. ¡Cuánto periodista descontextualizando pertinazmente frases del Papa, de un obispo, de un político…, en un afán de llevarle al desprestigio, o servir a su amo!
  4. Jesús descubre su hipocresía y su plan. Y les responde en el lenguaje que pidió a sus discípulos: sed sencillos como palomas y astutos como serpientes. Jesús rompe los hilos de la trampa que le han tendido y eleva su enseñanza a un nivel superior.
  5. Jesús no tuvo intención de dividir el mundo en dos reinos, el del Dios y el del César, poniéndolos en un plano de igualdad; tampoco quiso establecer dos órdenes separados: uno humano, otro divino que nada tiene que ver con las cuestiones terrenas.
  6. El Estado no es el valor supremo, por eso Jesús se apresura a aclarar que mucho más importante son los deberes para con Dios, quien siempre nos remite al otro, a todos, a todos los rostros humanos doloridos, porque la mayor gloria de Dios es que el hombre viva.
  7. La moneda que lleva la imagen del César le pertenece a él en calidad de tributo, pero el ser humano que lleva impresa la imagen de Dios se debe a su creador. Nadie se la puede apropiar ni entregarla a otro.
  8. Dad al César… un tema apasionante que enciende chispas en el diálogo o enfrentamiento laicista y Dios. Un tema que enarbola banderas y recluta adeptos y fanáticos laicos y religiosos. Juguemos limpio cuando hablemos de Dios y del César. Para no arrogarnos poderes de Dios o declinar responsabilidades que corresponden al César. La gloria de Dios es el hombre y de ahí le viene su grandeza divina que ningún César puede violar. De ahí viene la grandeza del hacer político, de la medicina, de la ciencia, del deporte; todo es para que el hombre crezca.
  9. Se acabaron las teocracias; de aquí el sano laicismo. De aquí una advertencia evangélica a la religión y a la política; solamente hay un absoluto: Dios.
  10. Dad a Dios lo que es de Dios: no te apropies de lo que pertenece a Dios; no te apropies del hombre, de los pueblos, de la creación. En el corazón de cada hombre bueno o malo, está la imagen de Dios. En el corazón de Dios podemos decir los creyentes está la imagen del hombre. De algún modo, desde nuestra fe en un Dios creador y Padre, podemos decir que no hay cosas de Dios y cosas del César. Dios y el César, su administrador, están al servicio del hombre.
  11. Dios aparece así como garante del hombre. Hay una frontera que ningún César puede cruzar: la inviolabilidad del hombre, reducirlo a cosa de usar y abandonar, a máquina de trabajo o a materia de experimento.

Dad al hombre lo que es del hombre… Su dignidad de hijo de Dios.

Publicado en Palabra de Dios.