Esto de “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, hay que ponerlo en su contexto, para no hacer decir al evangelio lo contrario de lo que quiere decir y caer en aquello tan usual de “los negocios son los negocios y la religión la religión”; los cristianos al templo y los mercados a la bolsa: cada cosa en su lugar. Esta sería una escucha perversa del evangelio para el hombre y para los negocios. Así andamos como andamos: ni fe ni ética personal y social. Y todos lo pagamos; la crisis actual es un sangrante ejemplo. Este evangelio nos previene también de la teocracia, como del poder civil sin límites.
- Dos grupos que no se tienen ninguna simpatía, se piden apoyo para un plan astuto. ¿No les recuerda esto ciertos cambalaches entre partidos?
- Mienten desde el principio. Ocultan su intención con el halago. ¿Tampoco esto les recuerda nada?
- No preguntan al Maestro para saber y aplicarlo a la vida, sino para enredarle y acusarlo. ¡Cuánto periodista descontextualizando pertinazmente frases del Papa, de un obispo, de un político…, en un afán de llevarle al desprestigio, o servir a su amo!
- Jesús descubre su hipocresía y su plan. Y les responde en el lenguaje que pidió a sus discípulos: sed sencillos como palomas y astutos como serpientes. Jesús rompe los hilos de la trampa que le han tendido y eleva su enseñanza a un nivel superior.
- Jesús no tuvo intención de dividir el mundo en dos reinos, el del Dios y el del César, poniéndolos en un plano de igualdad; tampoco quiso establecer dos órdenes separados: uno humano, otro divino que nada tiene que ver con las cuestiones terrenas.
- El Estado no es el valor supremo, por eso Jesús se apresura a aclarar que mucho más importante son los deberes para con Dios, quien siempre nos remite al otro, a todos, a todos los rostros humanos doloridos, porque la mayor gloria de Dios es que el hombre viva.
- La moneda que lleva la imagen del César le pertenece a él en calidad de tributo, pero el ser humano que lleva impresa la imagen de Dios se debe a su creador. Nadie se la puede apropiar ni entregarla a otro.
- Dad al César… un tema apasionante que enciende chispas en el diálogo o enfrentamiento laicista y Dios. Un tema que enarbola banderas y recluta adeptos y fanáticos laicos y religiosos. Juguemos limpio cuando hablemos de Dios y del César. Para no arrogarnos poderes de Dios o declinar responsabilidades que corresponden al César. La gloria de Dios es el hombre y de ahí le viene su grandeza divina que ningún César puede violar. De ahí viene la grandeza del hacer político, de la medicina, de la ciencia, del deporte; todo es para que el hombre crezca.
- Se acabaron las teocracias; de aquí el sano laicismo. De aquí una advertencia evangélica a la religión y a la política; solamente hay un absoluto: Dios.
- Dad a Dios lo que es de Dios: no te apropies de lo que pertenece a Dios; no te apropies del hombre, de los pueblos, de la creación. En el corazón de cada hombre bueno o malo, está la imagen de Dios. En el corazón de Dios podemos decir los creyentes está la imagen del hombre. De algún modo, desde nuestra fe en un Dios creador y Padre, podemos decir que no hay cosas de Dios y cosas del César. Dios y el César, su administrador, están al servicio del hombre.
- Dios aparece así como garante del hombre. Hay una frontera que ningún César puede cruzar: la inviolabilidad del hombre, reducirlo a cosa de usar y abandonar, a máquina de trabajo o a materia de experimento.
Dad al hombre lo que es del hombre… Su dignidad de hijo de Dios.