Domingo XXV del T.O. – A Palabras Amigas, por el Camino del Evangelio – Mateo 20, 1-16

Lecturas: Is 55, 6-9; Filp 1, 20c-24.27ª; Mt 20, 1-16

  • Sinceramente, ¿no nos rebelamos contra este modo de proceder? Hasta en esto de ser justos le quisiéramos corregir a Dios. Esta parábola no nos entra en la cabeza. De proceder así, el mundo se llenaría de aprovechados y de vagos. Sinceramente, ¿a quién damos la razón, a Cristo o a ese empleado que protesta?
  • Proceder con justicia es dar a cada uno lo que merece, y quien lo hace, lo paga. Además, tenemos el recuerdo de la parábola de los talentos, y esa frase también bíblica “a cada uno según sus obras”. Conviene recordar, para no equivocarnos, que hay parábolas que acentúan la responsabilidad; y otras, la gratuidad.
  • Si escuchamos el evangelio de hoy desde nuestro triste sentido de justicia, le decimos a Cristo: no nos vale la parábola. Pero ¿qué página del evangelio coincide con nuestro viejo y mezquino modo de pensar? ¿Poner la mejilla, devolver bien por mal, dar el manto, perdonar 70 veces 7… dejar de ir a lo nuestro y ocuparnos del herido?
  • Así nos hacemos un Dios a nuestra imagen: como no amamos mucho no perdonamos mucho, como entre nosotros quien la hace la paga… haces cinco, te doy cinco. El rendimiento es esencial en nuestra sociedad. Así le dibujamos a Dios. Por eso hay que ganar méritos para el cielo.
  • Nuestra justicia es tan injusta que muchas veces no hace más que consagrar injusticias. (Ahí está, por ejemplo, esa defensa que suelen hacer los poderosos: gobierno, patronal, sindicatos…)
  • Ésta es nuestra justicia, éstas son nuestras gloriosas reivindicaciones. Alguien tiene que dar la vuelta a la tortilla de nuestra injusta justicia. Alguien que nos ame de verdad, no por lo que rendimos, porque quizás estemos enfermos o no tengamos trabajo. Alguien que nos ame, porque nos sienta de su misma carne.
  • Nuestra justicia, hecha a nivel de nuestros intereses, quizás sea buena para que haya orden en la jungla de la ciudad: te doy, me debes; tengo este derecho, tú esta obligación; cada cual según lo que rinde.
  • Imaginemos una familiaque es donde apuntaba el Maestro– donde a cada cual se le diera según lo que rinde: el hermano con suerte en el trabajo y talento, tendría buena habitación, buena comida. El hermano más desgraciadillo, de escasas cualidades o sin suerte en el trabajo, limpiaría las espinas, comería las sobras del mayor. ¡A cada cual según lo que rinde! Habría orden en la casa, pero ¡qué hogar tan frío, qué falta de humanidad: los pobres, los enfermos, los inválidos y con mala estrella, estarían condenados a vivir del miedo, sumisos a lo que les otorgaran los de buena suerte. Es decir, a vivir de migajas o desperdicios.
  • Ni a Dios, ni una sola página del evangelio, entenderemos desde nuestra mezquina idea y práctica de la justicia. Dios nos ama: es el mensaje de Jesús.  Jesús tiene el sentido de que todos los hombres somos hermanos. Todos formamos la familia humana.
  • Hemos perdido el sentido de lo gratuito, del dar porque te amo y no porque te debo. Quizás encontremos la expresión de este evangelio en nuestra propia experiencia de amor. Vosotros no usáis con vuestros hijos esa rácana justicia de dar porque recibís; les dais a fondo perdido, porque lo necesita y lo amáis, porque es vuestro hijo y basta. Y si le castigáis, es para que se corrija y crezca y se salve.  Pero tendréis mucho cuidado de no darle para fomentar su vagancia.
  • Si Dios es amor, sólo el que ama podrá entender a Dios; el que no ama, aunque sea muy devoto y religioso, no sabe nada de Dios ni tiene fe. (Juan)
  • El que no ama, todo lo equivoca de Dios y no entenderá ni una sola página del evangelio.Es que el evangelio está escrito y proclamado desde la lógica de una familia de hermanos que tiene a Dios como Padre común. Esta lógica no coincide con nuestra fría justicia que sólo sirve para no devorarnos en la jungla. Una justicia esclava de leyes, con su margen de trampa para medro de los poderosos y chufla de los bribones.
  • Una justicia, por otra parte, esclava de nuestros injustos estilos de vivir. ¿Cómo no iban a matar a Cristo? Él hablaba de un Dios que es amor, de un Dios que cuando regresa el hijo pródigo no le dice que pague lo que ha derrochado; le da un abrazo.
  • Un Dios así rompe muchos esquemas, inutiliza muchos esfuerzos egoístas y baja del trono a muchos poderosos; pero es alegría de los pobres. Y después de todo, menos mal que Dios es así. ¿Quién se va a salvar por su propia justicia?Nos salvamos por su amor gratuito.
  • Yo he cambiado ya mi esquema. Cuando muera, yo no caeré en manos de la justicia como estilamos los hombres. Caeré en manos de Alguien que me tiende los brazos con el amor más grande que un hombre puede amar en la tierra: los brazos del padre del hijo pródigo. Si Dios es así, vamos a vivir también nosotros así. No hablo de zánganos ni de bribones; hablo del amor gratuito de Dios, de caminar hacia el pensamiento y la práctica de una familia universal.

A Dios se le puede negar, pero nadie se puede reír de Él.

La parábola no da para fomentar zánganos,

sino alegría a los menos favorecidos.

No da para reírse del amor de Dios ni desestabilizar la justicia:

la ilumina y la humaniza y la dinamiza con la misericordia.

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