II Domingo de Adviento – B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Marcos 1, 1-8

Lecturas: Isaías 40, 1ss. – Pedro 3, 8-14  –  Marcos 1, 1-8

1ª Lect. “Consolad, consolad a mi pueblo, habladle al corazón…” 

Conviene situar estas palabras en su contexto histórico: La situación de Israel es triste y desesperante: un destierro prolongado que se siente como un castigo de Dios- ya no tienen ni templo, ni tierra santa, ni rey, ni leyes. En el destierro están marginados y humillados, se encuentran empobrecidos y vencidos.- se sienten extraños. Allí han sufrido una gran poda y una gran prueba: se pierde en religión, pero se gana en fe, se pierde en culto ritual, pero se gana en la sinceridad del corazón. En este sufrimiento Dios se les hace presente: en forma de nostalgia y de sed de Dios. Aquí han surgido las oraciones y salmos más sinceros.

El profeta detecta el amor de Dios. Dios habla el lenguaje de la consolación o del amor, habla al corazón.

  • Una voz grita en el desierto, volved a tomar nota: allanad en la estepa una calzada. Mensaje que vuelve a asumir Juan, el precursor. Convertíos. Cambiad radicalmente vuestro estilo de vida, lavaos vuestra mugre, vais con mucho egoísmo, y haceos bautizar (una especie de desintoxicación de la mente y del corazón) y luego vendrá el bautismo del espíritu.
  • La llamada a la conversión es constante en el adviento, para que recuperemos la frescura y el gozo de la vida y nos adentremos en esos cielos nuevos y tierra nueva (2ª lect.) que sueña el hombre. La primera conversión es ser misericordiosos, la tarea de la Iglesia es ser… anunciar la esperanza, alentar en este destierro… consolar.

Cuando parece que la historia no nos ofrece muchos datos para alimentar la esperanza, brotan las mejores y más esperanzadoras profecías. Tenemos una ventaja, porque los cristianos no esperamos a Cristo como si no hubiera venido. Aunque el poder del mal parezca más fuerte que el bien, y los sinvergüenzas triunfen, como ocurrió en los tiempos de prosperidad de Israel y ocurría en tiempo del exilio hebreo o el viernes santo o la noche de Belén, vislumbramos ya los cielos y la tierra nueva. Sabemos por la historia que la última palabra la tiene Dios. Hemos visto desplomarse muchos imperios, muchos gigantes de barro… y también muchos templos. (El templo de Jerusalén, la casa de Dios). 


  • Tenemos ventaja para creer, porque en medio de tanto mal vemos brotes de ese mundo nuevo salvado y salvador. Hombres que comparten, que luchan por la justicia, políticos que juegan limpio, gentes que perdonan, que defienden la libertad. Vemos hombres y mujeres samaritanos que recogen a drogadictos, que acompañan a los ancianos, que luchan contra la prostitución infantil.
  • Nuestra esperanza se va haciendo en adviento por la acción y el canto, no por la plegaria frívola que repite palabras rutinarias ni por un canto que olvide la justicia, sino por una plegaria que nos empeña en la vida.
  • Junto a estos hombres de fe y esperanza, empiezan ya a brotar las más increíbles profecías que apuntan a un mundo nuevo. 
  • El mismo Isaías advertía a los desmoralizados y cansados: “No miréis atrás, algo nuevo está naciendo, ¿no lo veis?«

El adviento nos invita a tomar postura, a confesar nuestro pecado, a sanar el propio corazón. Pecado significa egoísmo, mentira, cinismo, odio… todo aquello que nos está destruyendo como seres humanos y destruye la convivencia, la paz, la justicia o la libertad.

Publicado en Palabra de Dios.