III Domingo de Adviento – B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Juan 1, 6-8.19, 28

Lecturas: Isaías 61, 1-2.10-11 – Pablo 5, 16-24  –  Juan 1, 6-8.19, 28

Yo también he visto demasiado sufrimiento como para continuar en mi ingenuidad; pero también he visto -y os invito a abrir los ojos- que allá donde pasa o vive un hombre bueno, su bondad -si es acertada- genera vida, luz, compañía, esperanza.  Abrid los ojos, dad un paso más y comprometeos y veréis que las profecías toman cuerpo. Un hombre de Dios hace verdad las profecías.


El tono de este domingo nos invita machaconamente a la alegría, una invitación que sale de tres tipos humanos que no son superficiales ni ingenuos: el primero, un profeta Isaías, del siglo VII a.c., Israel está en el exilio; el segundo, Pablo, escribe desde la cárcel; el tercero, Juan, es un tipo muy curtido que va a la raíz de las cosas, sin medias tintas. Los tres se juegan la vida en lo que dicen.

El motivo de la alegría es el siguiente: la vida tiene salida; no estamos dejados de la mano de Dios; hay camino. Precisamente, Adviento tiene el signo del camino, alentados por la esperanza. Adviento nos invita a abrir los ojos del corazón para asomarnos al misterio admirable de la vida. Navidad es una fiesta que -como el amor- se gusta y difícilmente se explica, inunda la vida de alegría y da sentido. Y -como el amor- la alegría es una cosa muy seria. No se puede abrir uno al Señor, no se puede vivir el evangelio sin alegría. Como el matrimonio o la amistad. Un santo triste no es un triste santo; sencillamente no es santo. Una Iglesia triste, un cura triste, una familia triste, es una Iglesia, un cura o una familia donde aún no ha prendido el evangelio, que por todas partes va diciendo: alegraos, no temáis. Incluso si os excomulgan y os crucifican. El gozo pascual ha iluminado muchos viernes, muchas fidelidades hasta la muerte. Después del viernes santo se puede creer que los desiertos florecen. 

Pablo, hombre serio, realista, apasionado y lúcido, repite (2ª lectura): “Estad siempre alegres, dad gracias en toda ocasión”. En la enfermedad, en la vejez, en la cárcel, en la calumnia, es posible la esperanza, la alegría.

1. Que surja de lo hondo, de nuestro vivir cristiano (de la salud espiritual y humana). No la alegría superficial, sino radical, que haga el circuito del corazón: que parta del corazón y vuelva a él (que nos haga espontáneamente y no sofisticadamente felices),si no, algo falla en nuestra fe, en nuestra esperanza no tendría sentido vivir en manos de Dios, si con él no florece la esperanza y la vida. Los cristianos debiéramos dar la nota de la alegría (que no es la carcajada vacía).

2. Nota de la alegría verdaderamente humana y cristiana que brota de una vida abierta a los demás. Os traigo el ejemplo de quien nos invita a la alegría: Pablo. En su vida no le faltaron persecuciones, el apóstol está en la cárcel, su vida peligra, por eso es un hombre a quien merece la pena escuchar: “Nada os preocupe; el Señor está cercano”. En todo momento, en la cruz y la esperanza, en la lucha y en el amor, en el sufrimiento y en el gozo, Dios comparte nuestra vida (esto es Navidad – no estamos solos). El nombre de Dios es Emanuel, que significa Dios con nosotros. Como que no se entendiera Dios sin nosotros. Ahí está la raíz de nuestra alegría cristiana que brota en Navidad: no estamos solos. También en nuestro viernes santo está Dios salvando.

Dios ofrece los dones en semilla, por eso también la alegría requiere cuidados: la semilla (la alegría) conoce caminos de crecimiento y parásitos que la enferman y destruyen.

Juan, el bautista anuncia una transformación a fondo “yo os bautizo con agua, otro os bautizará en espíritu y fuego”. Juan abre caminos a la alegría; es un predicador de deberes, no un demagogo que azuza a las masas, hostigándoles con sus derechos. Pero no predica unos deberes emanados tanto de las leyes, sino de la fraternidad, de la base de confesarnos todos hijos del mismo padre Dios. Podemos cumplir con la ley y ser unos perfectos insolidarios. Y en no pocas ocasiones la ley es una buena excusa para incumplir con los hermanos y acallar la conciencia.

Que la eucaristía de hoy nos infunda fuerza para hacernos coherentes. Que si aquí nos llamamos hermanos, fuera no seamos raza de víboras.

Estamos preparando la navidad. No sería ingenua la pregunta ¿qué navidad esperamos, qué navidad celebramos y, por lo mismo, qué navidad preparamos? Hace años escuché una canción que sonaba a denuncia de falsificación de productos navideños: “Esperamos la luz que nos salve y encendemos estrellas de papel. ¿Hasta cuándo, Señor, jugaremos como niños con la fe? Aunque vanos discurso gritemos, pregonando una falsa hermandad, ¿hasta cuándo Señor, viviremos sin justicia y caridad?”

Cuántos productos en venta sin cogollo navideño, sin la verdad de la navidad. Volved a las tres lecturas de hoy, tres ventanas abiertas a la esperanza. 

Publicado en Palabra de Dios.