IV Domingo de Adviento – B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Lucas 1,26 – 38

Lecturas: Samuel 7,1ss  – Romanos 16, 25-27 – Lucas 1, 26-38 

1. ¿Queremos o no queremos la navidad? ¿Y qué navidad queremos?

  • David le promete a Dios edificarle un templo: «tengo una casa para ti, rica en oro y plata».
  • La respuesta de Dios va por otro lado: «¡No es eso! Quiero estar en la casa de los hombres, quiero estar en tu corazón, habitar en  tus pensamientos, en tu sangre. Quiero que tu corazón me llame Padre, quiero llamarte hijo».

Dios, el Creador y Padre, tiene querencias de esposo a esposa, de amante y de padre, de amigo. Con cuántos nombres se ha expresado. Son querencias de Dios.

Todo nos lo jugamos en el o en el no a Dios hecho hombre. El hombre tiene el terrible poder y libertad de decirle a Dios ¡NO! No me interesas – te niego en mi razón – te niego en mi corazón. 

María es la figura de la navidad, es la historia reconciliada, es el “hágase en mí, según tu palabra”.

Navidad: Noche de Dios, Noche de Amor, Noche de Paz

En la noche la navidad escuchamos las palabras más bellas de la Alianza de Dios con el hombre: Hombre, hijo mío, te quiero, te recibo, me entrego.

2. El mundo se derrumba cuando se derrumba el corazón. Hay muchos corazones en ruinas.

El mundo se desploma, la familia, los hombres, cuando se desploman los motivos para vivir. Y los motivos para vivir se hacen vanos, se vacían, cuando se va vaciando el amor.

El amor es lo que conexiona la vida.

El hombre, vosotros, yo, los ancianos y los niños, los marginados y los poderosos, la prostituta y el cura, el mendigo y el millonario, el gobernador y el obispo, necesitamos oír que alguien pronuncie nuestro nombre; nos diga: te quiero. Toda la Biblia, cada una de sus páginas, pronuncia estas palabras. Unas veces como susurro, otras, como grito: mundo, te quiero; hijo mío, te quiero.

Si en navidad no resuena fuerte esta palabra, si no estremece nuestro corazón, todo nuestro ser, hemos perdido el mensaje de la navidad.

La experiencia mística del hombre (y todo hombre tiene una fibra mística, como la tiene de amante) escucha, siente en navidad que ha aparecido el amor, la misericordia. Se ha estremecido. El mundo necesita oír una palabra de Dios: navidad. Su nombre: Emmanuel.

3. María de la navidad, el Señor está contigo.

Estas palabras son dichas a cada comunidad, a cada uno de nosotros. Lo importante es creerle a Dios, abrir el corazón y ofrecérsele.

  • Para que el mundo crea que Dios es amor hay que dar cuerpo al amor de Dios. Porque son las obras las que verifican nuestro interior: que nuestras iglesias no se despisten con los nacimientos ni la liturgia para hablarnos de la encarnación.
  • No se puede hablar frívolamente del amor en un hablar religioso.
  • Nuestras iglesias tienen la difícil tarea y mostrar con su vida: así es Dios, así ama Dios.

Hoy invocamos a María: “muéstranos a Jesús, fruto… Muchos esperan, tienen derecho a esperar que mostremos el fruto que crece en nuestra iglesia. Otros no esperan nada. Las obras de amor demuestran qué espíritu las anima y a qué Dios adora una iglesia. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Que Dios tenga lugar en nuestra casa y una silla a nuestra mesa.

¿Qué palabras nos ha dejado el adviento? “Velad, estad despiertos, convertíos, cúrate, libera lo mejor que hay en ti.


Es necesario traducir el misterio para nuestro tiempo, porque Cristo no se queda ahí: viaja con nosotros. Aproximémonos al misterio. Navidad no es nada, si no te encuentras con el misterio. Todo Belén es una estrella, que apunta a la encarnación de Dios.

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