SAGRADA FAMILIA – B / Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Lucas 2, 22 – 40

Lecturas Bíblicas:  Eclesiástico 3,2-6. 12-14 – Colosenses 3,12-21 – Lucas 2,22-40 .


Hoy es la fiesta de la sagrada Familia: Como si la primera evocación de la Navidad fuera la Familia. Me atrevo a decir que así es: me refiero a las hambres de familia que tenemos –gozos y ausencias- que despierta la navidad. Y a la experiencia cristiana de quien se siente hijo de un  Dios, a quien podemos llamar Padre y el apremio de esta fe que nos recuerda que todos somos hermanos y así hemos de tratarnos. 


  • Es la fiesta de la familia; pero estamos en un momento religioso, quiero decir, que no es el momento para dictar una conferencia sobre la Familia hoy, sobre el clisé de sus luces y sombras, de riesgos y oportunidades. La eucaristía que es una reunión familiar ante el Padre, en el Hijo (por quien también nosotros somos hijos de Dios) y ante el Espíritu; que puede hacer con nuestra colaboración el milagro de la fraternidad universal.
  • Celebrar y hablar de la familia es celebrar y hablar de nuestras raíces, donde el niño nace, se incorpora a este mundo de relaciones: aquello que recibimos desde la primera sensación ha ido configurando nuestra persona hasta ahora. Somos presente de un pasado y proyecto de nuestro futuro. Aquello son las raíces, y el presente, la tierra en que crecemos.
  • La familia es un don, y como todo don, el hombre puede hacerlo crecer o destruirlo. La familia no está hecha: la vamos haciendo o deshaciendo es un riesgo que hay que correr, un compromiso que hay que fecundar.  La familia es más cuestión de voluntad que de consanguineidad.  Es un deseo de compartir la vida y todo lo que ello supone. Hay quien siente como familia a sus compañeros y amigos, por encima de los lazos de carne y sangre: y el mismo Jesús lo dice. En la familia vamos configurando nuestra personalidad.

A propósito; quiero hacer un subrayado sobre la crisis del sentido religioso en la familia Sinceramente creo que es un tema grave.

  • Ayer el componente religioso era un componente muy importante en la familia hoy  ha dejado de serlo, porque la cultura actual no lo valora de la misma forma, y porque los pequeños ritos que acompañaban la vida familiar han sido sustituidos por otros de distinto  signo. Fíjense por ejemplo en las tarjetas de Navidad que desplazan todos sus significados religiosos hasta anularlos.
  • Mientras la familia sigue teniendo un gran reconocimiento afectivo por el equilibrio que aporta a sus miembros y por el respaldo que ofrece a su integración social, no lo ejerce ni lo tiene en el ámbito religioso.
  • Es cierto que se dan muchas situaciones de crisis familiar y de desestructuración. Es cierto que la crisis religiosa en la familia es fuerte y que muchos han abandonado toda implicación en lo que se refiere a la transmisión de la sensibilidad religiosa. Esto es grave por la carencia que supone para unas generaciones nuevas que pueden verse privadas de un sentido profundo de esperanza, y de un sentido de Dios que hace ver las historia y las relaciones humanas de otra manera: de vernos hermanos y aceptar la realidad personal sin fatalismos ni resignación, y sí con mucho amor.

La familia es una tierra fértil para cultivar el sentido de Dios. El sentido de Dios es mucha más que nostalgia de inmortalidad o búsqueda de seguridad en las crisis personales; está en la base del sentido de la vida,  de nuestra capacidad de apertura y de relación con los otros.

Si Dios es comunidad y relación de amor, y disposición al perdón, y capacidad de sacrificio, nada se le parece tanto como la familia y en ningún ámbito humano se pude vivir una experiencia tan cercana a la experiencia religiosa como en la familia, de ahí que sea fundamental para la percepción  del  sentido familiar de Dios que es Padre, Madre.

  • La familia es la escuela del corazón y del crecimiento en el amor, donde descubrimos el valor del otro por sí mismo, y lo amamos tal como es. En ella aprendemos el sentido del perdón como aceptación y paso del egoísmo a la comprensión.
  • En la familia en la que el niño tiene la suerte de sentirse acogido y querido, va adquiriendo la seguridad del afecto y la capacidad de apertura hacia todos los demás no como amenaza para la propia estabilidad, sino como ayuda y posibilidad de más afecto, amistad y colaboración.
  • La experiencia del amor va íntimamente unida a la del servicio y la colaboración para buscar el bien de todos los miembros de la familia, lo mismo que la experiencia de Dios lleva a transformar el perdón y el amor en apertura hacia los demás miembros de la familia humana y al compromiso por mejorar la vida de los más débiles.

La cultura actual está necesitada de la familia. La familia de hoy necesita de Dios para realizar mejor su función educadora y humanizadora. Dios necesita de la Familia para que el sentido religioso no se quede en una información o meros ritos sino que sea sobre todo una experiencia humana básica, enriquecedora y motivadora de las grandes energías  que lleva dentro todos los seres humanos, y que la sociedad necesita.

Nuestros hijos tienen derecho a que les ayudemos a despertar y cultivar el sentimiento religioso. Si las carencias afectivas marcan muy negativamente, la carencia del sentido de Dios es grave; toca a los fundamentos de la personalidad, a las raíces del ser humano.

Publicado en Palabra de Dios.