SANTÍSIMA TRINIDAD / B – Palabras Amigas, por el camino del Evangelio – Mateo 28,16-20

Lecturas: Deuteronomio 4,32ss – Romanos 8,14-17 – Mateo 28,16-20

EL MISTERIO ENTRAÑABLE DE LA TRINIDAD

1. La Trinidad no es un lío teórico; es un misterio

El misterio se contempla, se venera, se admira, se adora y uno entra en él; así se comprende mejor que analizándolo. A la persona se la conoce mejor amándola, respetándola…  

La gran noticia y novedad del cristianismo es que ese amor de Dios no se quedó en sí mismo, sino que se manifestó en su Hijo, se encarnó en la historia y fue dado a los hombres, para poder amarle a Él y poder amarnos y perdonarnos y abrazar también a los que nos ofenden.

  • La expresión Trinidad surgió de una experiencia y una práctica cristianas. Es el modo de experimentar a Dios a través de Jesús, el Señor, y su presencia en nosotros.
  • Dios está interesado en nosotros, por eso desea habitar en nosotros. La Trinidad muestra el sorprendente y gratuito interés de Dios por nosotros. No debe olvidarse nunca este núcleo: Dios sale de sí y se vacía en la encarnación de Hijo y vive permanentemente con nosotros y en nosotros, Espíritu Santo, hasta nuestra vuelta a él, cuando Dios será “todo en todos”.
  • Dios con nosotros es el Hijo (Emmanuel); Dios en nosotros es el Espíritu Santo; Dios más allá de todo, sobre todo, es el Padre-Madre.
  • Contemplar la Trinidad quiere decir ver a un Dios para nosotros. Hay una “locura” en el amor de Dios que se manifiesta no tanto en su “en sí” cuanto en su “para nosotros”.
  • Toda oración es trinitaria, porque siempre estamos dentro del amor recíproco del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La oración siempre debiera ser expresión de la alegría de estar con Dios y de saberse amado de Dios.
  • ¡Sed como vuestro Dios! Esto es, parecernos al amor que se entrega gratuitamente para hermanar a todos los hombres y llevarlos hacia él.
  • Dios es Amor, Solidaridad, Gratuidad, Comunidad, es decir, Dios es Trinidad. La síntesis de Dios es lo que queremos balbucear cuando decimos Dios Trino y Uno.

No se trata de aprendernos un dogma difícil, sino de gozar de él y proyectarlo sobre la vida de cada día. Se trata 1º   de la experiencia de sentirse amado de Dios y de su cercanía, y a quien podemos llamar, como le llamaba Jesús, ¡Padre!;  2º de volvernos a Jesucristo y recordarlo y verlo y llamarle ¡hermano!, ¡primogénito!;  3º de poder contar con el Espíritu del Padre. Estamos en el punto culmen del cristianismo: el hombre está llamado a ser familia de Dios. Todo hombre merece un respeto y un trato divino. 

2. La Señal de la Cruz

  • La comunidad cristiana lo ha compendiado en la más bella y grandiosa fórmula, acompañada de la señal de la cruz, cuando aprendimos a santiguarnos en el nombre del P.H.S., y vivir coherentemente nuestra fe: quien cree esto no puede vivir de cualquier manera; ha de vivir al estilo de Jesús. Quien no ama a su hermano, no es cristiano. 
  • Estas palabras “en el nombre del P.H.S.” compendian todo el dogma, toda conducta cristiana y toda celebración; toda la pastoral y la razón de ser de la misión de la Iglesia. “He dado a conocer tu nombre”. Esta sencilla fórmula “santiguarnos en el nombre del P.H.S.” podría llenar de gozo el corazón, podría cambiar el mundo.
  • Sentir y gustar y llamar a Dios Padre crea un tipo de persona filial.

3. La memoria y la invocación del P. H. S. está presente en toda la Obra de la Iglesia

La Iglesia se refiere continuamente a ella: en el saludo, al inicio de nuestras reuniones, en los sacramentos: bautizados en el nombre…; perdonados…; en la bendición nupcial…; en la enfermedad y en la despedida y oración por los difuntos. La eucaristía es la mesa trinitaria, vueltos al Padre con Jesús en acción de gracias, suplicantes al Espíritu Santo, comulgantes con Jesús… Nos despedimos en el nombre del P.H.S. 

  • Con el viejo catecismo aprendimos a santiguarnos: al levantarnos de la cama, al salir de casa, al entrar en la iglesia, al comenzar una obra buena, al divertirnos, al comer y al dormir. 
  • Con “la señal de la cruz” y el Gloria al P.H.S.  recordamos que su gloria es que sus hijos nos amemos. La fe, como el amor, se alimenta de sencillos recuerdos y se disfruta en los detalles.

 ¿Es urgente recuperar para nuestra vida de cada día el “dogma trinitario”?

Los cristianos, conscientes de lo que creemos, lo celebramos porque nos impulsa a andar por la vida de otra manera, con otro sentido y con otro horizonte abierto y esperanzador.

Publicado en Palabra de Dios.